[dropcap]T[/dropcap]oulouse-Lautrec llega a la Casa Lis. Esta exposición abre sus puertas desde el 7 de octubre hasta el 9 de enero. Cuenta con 75 grabados que recrean lo que fue París a finales del siglo XIX, especialmente el barrio originario del artista, Montmartre.
Por: David García-Cervigón Romero de Ávila
La exposición se divide en cinco espacios. El primero reúne los carteles más importantes que identifican al artista. El segundo, muestra los espectáculos a los que Toulouse-Lautrec acudía en su día a día, tanto los famosos cabaret de París, hasta obras de teatro. El tercer espacio representa su barrio, Montmartre.
La relación que tiene con los grupos de personas marginales, ligados muchos de ellos con la prostitución, aparecen en la cuarta sección de la exposición. Este espacio muestra su vida más íntima en la París de finales del XIX, caracterizada por el ejercicio de esta profesión que atraía al ocio internacional de la época. «Toca el tema de una manera muy humana», explicó Pedro Pérez Castro, director del museo Casa Lis.
El último apartado de la exposición se centra en los retratos. Como Toulouse-Lautrec descendía de la aristocracia francesa, gozaba de un amplio margen económico. Esto le permitía elegir los encargos que aceptaba, no pintaba aquello que no le interesase. Los retratos expuestos, por tanto, fueron seleccionados por el artista. El aficionado al arte se encontrará ante una exquisita colección.
Toulouse-Lautrec sufrió problemas de salud durante toda su vida. Sus padres eran primos hermanos. Este incesto venía provocado porque a finales del siglo XIX la aristocracia había perdido el poder político tras la revolución francesa. Para conservar el económico, la aristocracia practicaba la endogamia con la finalidad de no dividir su patrimonio.
El artista solo alcanzaba el metro cincuenta, era tullido y tenía huesos deformados. Sin embargo, su salud no le generó un sentimiento de frustración respecto el mundo. Todo lo contrario, «mantiene ese sentimiento de humanidad con sus congéneres y sus obras las trata con cariño», dijo Pedro Pérez Castro, director del museo.
Lo que hace especial a este artista y por lo que entró en la historia del arte; son sus grabados y carteles litográficos.
Lautrec definió su territorio: los modelos de Montmartre, las escenas de cabaret y del circo, las estampas íntimas y los retratos son su repertorio. El artista dotó a la técnica impresionista de un carácter mucho más personal. Esquematizó los paisajes que le servían de trasfondo, ya que en realidad lo que le interesaban eran los personajes.
Precisamente esto es lo que se muestra en otro de los espacios fundamentales de la exposición: el dedicado al espectáculo y a cómo lo plasmó Toulouse desde un punto de vista casi fotográfico. Lautrec documentó lo transitorio, lo efímero, lo que estaba a la moda. Su lugar de observación preferido se encontraba en los primeros asientos, en el palco o junto al escenario. Así, el punto de vista que adoptaba es el que coincide con quien observa el espectáculo.
En el espacio denominado En la intimidad se muestran las obras dedicadas a los aspectos mundanos e íntimos que Lautrec retrató mientras vivía en un burdel parisino. La observación de Toulouse muestra aspectos de la vida cotidiana de las mujeres que vivían allí y capta y reproduce momentos de actividades cotidianas como acicalarse, bañarse, vestirse o dormir. Lautrec estaba interesado en documentar la vida de estas mujeres y retrata su forma de vida sin juzgarla.