Me encanta salir de ruta con la cámara y dar largos paseos sin otra intención que disfrutar del momento. Estos días en los que la fotografía es una excusa para pasear, son los que más me gustan. Suelen ser momentos de introspección, de relajación y con ninguno o con pocos disparos al terminar.
Mis archivos favoritos surgen a veces en estas rutas en las que el material recopilado es escaso, ya que el fin del paseo es dar prioridad al encuentro con el sentimiento, con la reflexión. Una de las razones que mantiene viva mi afición fotográfica, es que no puedo prever qué día haré esa fotografía que se sume a mi selección personal.
Tampoco tomar café con Isabel es algo previsible. Hace quince días, por fin, pudimos concretar una cita en nuestras ‘apretadas’ agendas sociales, después de casi dos años proponiéndonoslo, al encontrarnos en la calle.
La espera no ha importado, sabíamos que este día llegaría. Y aunque no contábamos con la pandemia, es probable que el encuentro también se hubiera retrasado en circunstancias normales. Los astros se alinearon para encontrar un hueco en el calendario y una hora en el reloj para citarnos y charlar un poco sobre nuestras vidas, con la excusa de ver mi exposición en el Café La Platea.
Nuestra relación viene de la infancia y de coincidir en el colegio Nebrija, pero realmente, ha sido a través de la publicación de mis fotografías en las redes sociales, como ha brotado con fuerza la amistad que anteriormente pasó de puntillas.
Estimada Isabel:
El otro día al despedirte, en mi paseo recordé momentos vividos en tu compañía relacionados con la fotografía: el viaje a Lisboa al que me invitaste y que me sirvió para hacer una exposición, mis primeros retratos de estudio, para los que no dudaste en posar a pesar de mi escasa experiencia, las fotografías de tus decoraciones de interior o el reportaje de tu galga Angie, que seguro te agradece cada día todo lo que hiciste por ella.
Tardaremos en tomar otro café, seguramente una vez más nos juntará la fotografía o un cómo te va la vida y empezaremos la conversación marcándonos un Fray Luis de León, porque no haremos cuenta del tiempo que ha pasado desde del último café.
Gracias por tu amistad.
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