[dropcap]T[/dropcap]radicionalmente las enfermedades mentales, ahora nominadas como trastornos mentales, han sido un estigma social que obligaba a quienes las padecían a tratar de ocultarlas y vivirlas en silencio a todos los niveles, incluso a nivel familiar, aunque conllevase el agravamiento de la propia enfermedad por falta de apoyo profesional. Ahora asistimos a un ‘boom social’ de este tipo de trastornos. Como consecuencia de la pandemia, pero no solo, estas patologías han cobrado protagonismo y relevancia pública, siendo ahora frecuente que aparezcan reflejadas en los medios y redes sociales, animando a quienes las padecen a manifestarlo libremente y a pedir ayuda profesional.
Poner de manifiesto la prevalencia de cualquiera de estas enfermedades y el aumento de la incidencia en los últimos años puede contribuir a dar visibilidad a dichos trastornos normalizando su existencia, y también a que las personas afectadas puedan conocer y buscar respuestas profesionales que puedan ayudarles y que pasan por acudir a su médico de familia, al psicólogo o al psiquiatra.
Es posible que estemos llegando al peligroso momento de la sobre exposición: esa fina línea que separa la normalización de la salud mental y su uso para blanquear la precariedad social del mercado capitalista, el verdadero factor desencadenante en muchos casos. Una sociedad donde nueve de cada diez contratos son temporales, donde se obliga a trabajar por 500 € y se señala con descaro que el que no trabaja por ese dinero es que no quiere trabajar, donde la explotación es norma y modelo, inevitablemente produce disfunciones mentales. Es ahí donde la ideología que sustenta al dios mercado ha entrado de lleno para usar la ‘normalización de la salud mental’ como otra excusa más para justificar sus condiciones inhumanas y la distopia social a la que ha dado lugar: una sociedad defectuosa, disfuncional e indeseable. No sólo es normal que estés deprimido por tu pluriempleo (si lo tienes) o por un trabajo que no te permite pagar el alquiler ni atender las necesidades básicas de tu familia, sino que encima debes estar orgulloso de acudir al psiquiatra y medicarte para aguantarlo. La salud mental entendida como válvula de escape del sistema capitalista.
Para más inri, la autoproclamada como izquierda, colabora en este juego de las élites perpetuando el discurso normalizador de la precariedad mental, sin atacar la causa que la produce que es la precariedad laboral y social. Medicalizando con ansiolíticos a la sociedad, a mayor gloria económica de la industria farmaceútica, con unidades de salud mental saturadas con tiempos por paciente ridículos para poder atender lo que se nos viene encima: una crisis social de la salud mental.
La medicina nos ha enseñado que para curar la enfermedad es preciso descubrir la causa de la misma y tratarla. En la sociedad actual, y al margen de situaciones como las que pueda haber producido la pandemia Covid, la principal causa de estas enfermedades radica en la explotación laboral, la pobreza y la marginalidad, y estas causas no pueden tratarse medicalizando a los pacientes que sufren estas enfermedades, no sirve de gran cosa atiborrar a los pacientes con fármacos psicotropos sino se resuelven los problemas que las originan, si no se evitan los deshaucios que ponen en la calle a toda una familia, si no se evitan los despidos y no se garantiza a toda la ciudadania unas condiciones de vida dignas.
La salud mental no sólo es importante, es crucial para el inividuo y para la sociedad, pero crucial es también saber que lo normal no es ir al psicólogo, lo normal es tener un trabajo y una vida digna. Y, si pese a ello tenemos problemas de salud mental, tener claro qué los produce y, sobre todo, tener claro que estos problemas no son ninguna vergüenza como no lo es tener diabetes o torcerse un tobillo.