[dropcap]L[/dropcap]levo un tiempo citándome a diario con palabras. Juego con ellas, preferentemente tras el café de la mañana, a media tarde cuando mis primeras horas me son requeridas o a deshoras cuando no consigo que mis días me pertenezcan.
Me cito con ellas, digo, en mi natural castellano, no sé por qué me seduce más que el español, se me perdone, con un aseado inglés de andar por casa y por la calle sin dramáticos temores, con un prometedor francés en proceso de recuperación y con un preadolescente alemán. Una de esas actividades a las que sin pedirles nada no dejan sino satisfacciones por el mero hecho de participar.
En una de esas partidas, insistió en quedarse en el básico laboratorio que tengo por cabeza una palabra en concreto; éxito. La pensé en mi lengua. Le hice preguntas. ¿Qué es el éxito? Tras varias vueltas por las calles colindantes llegué a la Plaza Mayor, llamada en aquel pueblo, Plaza del Reconocimiento. Sí, los pulgares hacia arriba, los corazoncitos rojos, los flechazos, el aplauso, etc. El último es sonoro y visual, los anteriores viajan a buen recaudo en el móvil o nos esperan computerizados en pestañas digitales. Me resultó bastante descorazonador, ya que dependían de la interpretación de seres otros, a los que en algunos casos podemos no conocer aún, en otros, no los conoceremos nunca.
Lancé los dados en inglés. Una palabra muy parecida a éxito sería “exit” pero es un amigo de mentira. Aun así moví unas casillas con ella. Es probable que tengan un origen similar, a nosotros nos suena a aplauso, a los de las británicas islas en cambio, les pidió el cuerpo pensar en goznes y puertas que atravesar. Para ellos el éxito es un “success”, lo que a nosotros nos suena a acontecimiento, entiéndase como suceso. Seguro que ambas palabras compartieron cuna.
A los franceses les pasó lo mismo, pero se dejaron una -s- por el camino y le pusieron un flequillo, “succès”, otro suceso afortunado al otro lado de los pirineos.
De nuevo el dado al cubo antes de llegar al tablero alemán. Le dicen al éxito “der Erfolg”. De primeras se me terminó la partida. Ninguna salida, ningún acontecimiento, sin parentesco alguno con el que mover ficha, con el que avanzar. Hasta que se me cruzó la siempre útil idea de utilizar el bisturí. Corté y separé, er/folg. Su “er” es nuestro “el”. Su “folg” me llevó a su “folgen”, seguir. Con pegamento del bueno, y porque me dio la gana, lo convertí en primo carnal: Él sigue (er folgt).
Y así llegué a la meta y gané la partida prohibiendo la entrada al público. El éxito es mío. El éxito esté en el corazón rojo propio, en el propio pulgar color carne, nunca el azul, el tener una salida, el generar un suceso y sobre todo, el seguir. A solas y a sordas, no parece muy necesario que te lo digan o aplaudan. Ya tú sabes.