[dropcap]N[/dropcap]uestra querida sociedad nos inculca lo necesidad de atarnos a cuanto somos y poseemos, a aferrarnos a lo material, al consumo, a nuestra familia y trabajo con una actitud de apego y cerrazón.
Controlarlo todo, dominar situaciones y personas, dirigir, llevar cuenta de las acciones de los que amamos estableciendo en las parejas una relación de dependencia y posesión, un círculo cerrado donde todo está atado y bien atado.
La actitud de soltar y dejar ir suele ser difícil de entender y de ponerla en práctica pero llega un momento en la vida en el que tenemos que comenzar a hacerlo por mera supervivencia. Ir “ligeros de equipaje” nos permitirá abrirnos a nuevas experiencias y a descubrir nuestro yo íntimo. Soltar no significa olvidar no siendo agradecidos sino asumir lo cambiante de nuestras personas y gestionar con clarividencia nuestras experiencias emocionales.
No podemos cargar con todo nuestro pasado, no podemos seguir haciendo presentes el sinfín de relaciones humanas y de personas que van ocupando nuestras etapas vitales. El arte de vivir implica saber cuándo aferrarnos y cuando tenemos que dejar ir. Decía Miguel Hernández que “amar es dejar volar”, permitir –digo yo- que los que amamos marchen haciendo nosotros de puente y camino para su andadura. Dejar ir, soltando amarras afectivas es confiar en nuestra madurez y en el futuro. No somos dueños de nadie, no podemos cambiar a nadie, nadie es por completo el amor de nuestra vida. Hay que saber abandonarse abandonando posesiones y rutinas. Amar es pasar la página en el momento justo, decir adiós sin miedos, dejar, regresar a la experiencia de la soledad y del desierto, sin exigir por lo que hicimos. Reza una máxima judía: “El que da no debe volver a acordarse, pero el que recibe nunca debe olvidar”.
Cuando dejas ir, perderás muchas cosas de tu pasado, pero llegarás a encontrarte a ti mismo. “Cuando dejo ir lo que soy, me convierto en lo que podría ser, cuando dejo ir lo que tengo, recibo lo que necesito». (Lao Tzu)
Así al dar libertad a los demás recuperamos nuestra propia libertad, nos damos cuenta de que algunas personas forman parte de nuestra historia pero no son nuestro destino ni el sentido de nosotros mismos. El secreto no es olvidar desde un ego egoísta sino dejar ir de un modo maduro y respetuoso. Aprendiendo a no aferrarse de manera tóxica sino a celebrar los encuentros y los amores en compañía compartida mientras duren.
Al soltar hacemos que nuestra energía se vuelva limpia y generosa que nos hará planificar de modo más puro y universal los próximos pasos que vayamos dando. Nos recuerdan los grandes sabios que al final solo nos queda lo que hemos dado, solo tendremos lo que hemos compartido. Jesús predicó y vivió aquello de “que hay más alegría en dar que en recibir” Y un seguidor suyo, Francisco de Borja aseguraba: “No son ricos los que acaparan y tienen, sino los que sueltan y no desean retener…”
Ojalá amigos que cada uno aprendamos a soltar nuestras ataduras dejándonos ir –tarea profunda y espiritual- conscientes de que el mundo seguirá girando sin nosotros.
Pues que usted lo suelte bien.