[dropcap]E[/dropcap]l Ayuntamiento de Salamanca ha hecho público un edicto por el que abre un plazo de 30 días (hasta el 24 de diciembre) para recabar información de la ciudadanía, de cara a elaborar una futura Ordenanza Municipal reguladora de la instalación de terrazas en la Plaza Mayor y calles aledañas.
La actual Ordenanza de terrazas está vigente desde el año 2014. Han pasado más de 7 años, pero el Ayuntamiento no ha encontrado la ocasión para su actualización ni su cumplimiento. Le resulta más cómodo moverse en un ‘contexto sin ley’, donde ni siquiera su prórroga tiene efectividad. Prefiere dejar hacer y deshacer a algunos hosteleros en beneficio propio. Una muestra del concepto que esta institución tiene del estado de derecho.
Al menos desde el 2014 los ciudadanos han venido presenciando, y sufriendo, la progresiva ocupación de calles, plazas, aceras, zonas de estacionamiento de vehículos… hasta extremos que pocos podían pensar que se podía llegar. Y últimamente la desgracia del Covid parece justificarlo todo. Como si sólo la hostelería fuese víctima de la situación y no hubiese más salida que dar carta blanca a esos negocios (y cuyas acciones acabamos pagando todos), todo para mantener un modelo económico que ha demostrado la incapacidad de promover vías más sólidas y permanentes.
Se han perdido muchas plazas de estacionamiento, para vehículos que acudían a hacer cualquier gestión en la ciudad, debido a la instalación de terrazas que permanecen, muchas veces, vacías por el frío u otras inclemencias del tiempo. Terrazas que, tantas veces sin uso, resultan imposible de aprovechar debido a que están ocupadas por estructuras fijas.
Los corralitos ocupan el espacio público de la ciudad por doquier. Especialmente en las zonas que se pretenden ahora normalizar con una nueva Ordenanza: Plaza Mayor y calles aledañas, cuyos límites a saber dónde acaban. Hasta a la Plaza Mayor han llegado las mamparas y pronto veremos los espacios acotados sin posibilidad de acceso, salvo consumo y pago.
Darse una vuelta por la Plaza de la Libertad, Espoz y Mina, Poeta Iglesias, Corrillo, Mercado, San Julián, San Justo, San Pablo, Concilio de Trento, Rúa, Meléndez, etc., etc. es una muestra de adónde se puede llegar, lo que continuará si los ciudadanos no le ponemos freno.
El espacio público se está privatizando. Y no sólo gratis, sino además dando subvenciones, ayudas y concesiones que pagamos todos. ¿Economía o falsa economía? Con dinero público se adecenta el espacio, se limpia, se alumbra, se vigila, se mantiene… ¿Qué mejor negocio? Calles y plazas son también almacén de los útiles de esos establecimientos. Desde la apertura hasta el cierre, sillas, mesas, mamparas, jardineras, estufas, mástiles, toldos, pérgolas, armarios… y todo útil que ha pasado la noche en el establecimiento se sacan a la calle, amontonados donde mejor convenga (que para eso el espacio es suyo) y ya le llegará la hora (o no) de extenderlo, según como venga el día, o esté el tiempo. Y allí permanecerá hasta el cierre del establecimiento.
Pretender calentar el aire en invierno sacando estufas de combustión a la calle es comparable con la pretensión de enfriarlo en verano con los acondicionadores. Toda una muestra de incoherencia con las campañas institucionales de preservación del medio ambiente, de contribución al cambio climático, de ahorro energético, de lucha contra la contaminación…
Sanitariamente se recomienda mantener una distancia física entre las personas, pero a los ciudadanos se les dirige hacia un pasillo corredor, muchas veces inferior a las clásicas aceras, donde con frecuencia hay que pararse para dejar el paso al que viene de frente. Y siempre que no se cruce el camarero de turno o se haya formado cola para acceder al espacio acotado. Hay días que entrar o salir de la Plaza Mayor es toda una odisea. Los usuarios de sillas de ruedas, que se las apañen. Las familias que quieran pasear con sus hijos en sus cochecitos, que se vayan al campo. Ir a la compra con un carrito puede ser todo un espectáculo de sorteo de inconvenientes en la búsqueda de pasos.
¿Y qué decir de las horas de carga y descarga? ¿Qué cualquier parecido con la selva es pura casualidad?
¿O pedir que se vuelva al modelo de las calles de siempre (pues lo llamado peatonal no es más que un señuelo para beneficio de unas cuantos) y recuperar así para el ciudadano un espacio que le era propio, como eran las antiguas aceras?
Y aquellos vecinos que ven cómo el entorno de sus casas lo han cambiado, hasta el extremo de no encontrar horas de paz y descanso, ¿qué deben hacer?
Otra ciudad es posible. No estamos contra las terrazas. Sí lo estamos contra el abuso que el Ayuntamiento está consintiendo e incluso promoviendo (quien calla, otorga; quien lo permite, es cómplice; quien lo alienta, es partícipe).
El espacio público está para uso y disfrute de los ciudadanos. Por eso debe haber más bancos, más árboles, más tierra, menos piedra y menos espacio dedicado a las terrazas…
Y por todo esto llamamos a la población sensible ante esta situación para que haga llegar al Ayuntamiento (antes del día 24 de este mes) cuantas propuestas o sugerencias considere oportunas. Con ello, no sólo dará muestra de su deber participativo y solidario como ciudadano, sino que será la ocasión de dejar constancia de la opinión y los problemas que cada uno pueda estar viviendo.