[dropcap]S[/dropcap]uele pasar: te nombran para algún cargo importante y cambia tu personalidad y tu modo de relacionarte con el mundo (sobre todo cuando no hay una persona auténtica y madura por detrás…). Síntoma de baja autoestima, de bipolaridad y sobre todo de alexitimia. Los cargos, los roles que desempeñamos en la sociedad pasan sin dejar mucha huella. Lo decisivo es el ser persona, tú mismo, en el desempeño de esa tarea: realizar el trabajo desde nuestra idiosincrasia, dejando nuestra impronta y nuestro carisma por encima de todo.
Aquí también juegan mucho las emociones y los sentimientos que son los fundamentos claves de nuestras personas. La inteligencia emocional supera y orienta lo relativo de nuestros puestos en la sociedad. Lo decisivo es ser quienes sabemos que somos, el resto pueden ser caretas y máscaras que nos ocultan por momentos pero que a la larga nos engañan y destruyen. Afirma Maya Angelou que “la gente olvidará lo que dijiste. Olvidarán lo que hiciste. Pero nunca olvidarán cómo los hiciste sentir…”
Los familiares, los amigos, los maestros que hemos tenido en nuestras distintas etapas vitales nos han influido por el amor y la ternura con que nos trataron, por saber estar en silencio a nuestro lado cuando lo necesitábamos. Jamás utilizaron sus títulos o cargos para empoderarse delante nuestra. Eran educadores sencillos, que caminaban a nuestro lado compartiendo su experiencia y su ayuda. Sabían que el amor es el peso del mundo y que nunca dejarían de amarnos y apoyarnos. Todo lo demás era secundario: “Hagas lo que hagas, te recordarán por una anécdota…” (O. Wilde)
Se les nota enseguida a tantos cargos sociales (políticos, autoridades, artistas, eclesiásticos…) cuando son ellos mismos o cuando están sobreactuando; cuando hay una verdadera persona en su puesto o cuando una comparsa que intenta aparecer sin ser.
El verdadero humanismo, la condición humana auténtica no se da importancia ni esgrime su nombramiento para tener autoridad sobre los demás. No pretende ser el centro del mundo y el poseedor de toda la verdad. Ejerce la autoridad al mismo nivel que aquellos que se le han encomendado. No cambia el tono de voz y la postura cuando habla. Reconoce sus limitaciones e imperfecciones. Está convencido que tras tres o cuatro telediarios más será también solo una anécdota.
Lo único importante es ser feliz, estar a gusto contigo mismo y con lo que en estos momentos te toca hacer. Mirar a los ojos colaborando con humildad en el bien de la otra persona. Para esta labor ayuda mucho la espiritualidad. La persona espiritual no se aferra a cargos ni estructuras, puede permanecer largos años en rincones sin relevancia ni poder y no perder la serenidad interior. Sin envidiar a nadie del estamento, del partido, ni de la religión. La estrategia espiritual (tan necesaria hoy en todos los niveles…) no aspira a sobresalir ni a mangonear, no añora cargos ni circunstancias. Sabe tener paz con su rincón y su sombra.
Últimamente me sorprendo a mi mismo por lo cantarín y bailador que soy, por mi sensibilidad en descubrir tanta belleza en mi entorno, por la abundancia de risotadas que me echo, por lo feliz que me encuentro siendo nada.
¡¡Consecuencia de no tener ni aspirar a cargos importantes…¡¡