[dropcap]H[/dropcap]ace unos días saltaba a los medios de comunicación la muerte por suicidio de una persona de veinte años, que había sido acosada a través de las Redes y presencialmente con carteles de su imagen empapelando todo un pueblo humillándola de una manera muy ruin.
Una noticia muy triste con un final trágico que no debería de haberse producido.
Lamentable, a mi parecer, que se interpusieran cuatro denuncias en varios meses y la puñetera burocracia, la falta de medios y muchas veces la nula credibilidad que tienen las victimas es caldo de cultivo para finales como este.
En más de una ocasión he sido testigo de como la pelota va y viene, mientras se pone en duda lo que allí se cuenta. Indudablemente hay que verificar lo que ponen encima de tu mesa y es de lógica que así sea. No voy a poner en entredicho como se hacen las cosas, cada cual con su conciencia, si es que la tienen, pero es más que evidente que los fallos del sistema siempre hay alguien que los acaba pagando y no precisamente quien es el causante de ese fallo.
Hay una violencia de la que no se habla y que cada día se percibe más, sobre todo en los círculos en los que el maltrato se vuelve evidente. La violencia institucional es algo que vemos muchas veces y sin embargo no sabemos que somos víctimas de ello.
Quizás habría que decirles a quien o quienes la practican contra otros, si realmente son conocedores de las graves consecuencias en las que deriva todo esto. No estaría de más, que se preguntaran donde les queda la dignidad y si harían lo mismo si esa persona fuera su hijo o hija. No les digo que se pongan en su lugar, no pueden hacerlo, ni lo intentarán siquiera porque a veces prima más un sueldo que la vida de una persona.
Duras palabras, lo sé, pero la importancia de una vida merece que la conciencia de quienes permanecen aún dormidos despierte. A los que no duermen y su problema es la falta de interés, simplemente decirles que el silencio se vuelve cómplice y la complicidad también mata ante la impunidad de quien calla.
Un empiece de año difícil, que nos seguirá poniendo trabas, mientras las soluciones esperan agazapadas a que alguien se le ocurra dar prioridad a lo importante y dejar las batallitas para tiempos en los que el relax emocional invite a tomarse un descanso.