[dropcap]A[/dropcap]unque cantase Rafael hace mucho que “estar enamorado es ignorar el tiempo y su medida…”, es el tiempo quien nos encorseta y limita ignorándonos completamente. El sol –dicen en mi pueblo- no espera por nadie. Y aunque los científicos no sepan explicar qué sea el tiempo, (“El tiempo no es real es solo una mera ilusión psicológica” –Einstein-) sólo saben medirlo, ahí está pasando y haciéndonos pasar a todos.
El tiempo pasa y nunca vuelve atrás. Vivimos en constante cambio, dejando atrás las etapas de nuestro existir, en continua evolución, sumidos en rutinas estresantes, viendo como el tiempo se nos escapa de las manos sin que seamos plenamente conscientes de ello. Terrible es no poder guardar tiempo para usarlo otro día. Cada minuto que pasa en nuestra vida es irrepetible.
Cuanto mayores nos hacemos sentimos que nuestro tiempo y su vivencia personal transcurren más rápidos. Sí, es cierto, el tiempo huye, corre entre vigilias adormilados y nuestros sueños nocturnos. Por ello la verdadera felicidad está en vivir el momento presente en plenitud valorando el tiempo como don y tarea que se nos ofrece. Ya decía B. Franklin que “el tiempo es el bien de que está hecha la vida…”
Es curioso que con respecto al tiempo pasado no recordamos los días sino solo los momentos vividos. Quizá recordar es por ello la única manera de detener el tiempo. Recordar haciendo presentes nuestros acontecimientos vividos es como volver a vivirlos de nuevo, por eso es tan negativo para la persona el olvido. Olvidar es recortar nuestro fondo vital, es empequeñecernos ocultando la belleza que un día disfrutamos. Olvidar es inhumano porque el pasado aunque ya no exista permanece en nuestros corazones. “Aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la yerba, de la gloria en las flores, no hay que afligirse porque siempre la belleza subsiste en el recuerdo” –Walt Whitman-
Cualquier persona que tiene la capacidad de ver la belleza no envejece, se sitúa por encima del tiempo en la trascendencia de la realidad actual. Gustar, contemplar esta belleza –aún la de tiempos idos- es una tarea espiritual que recrea nuestra memoria engarzando todos los tiempos de nuestro humano caminar. Nuestro tiempo es limitado, no debemos malgastarlo viviendo las vidas de otros, hay que centrarse y vivir nuestra propia vida con su carácter efímero y pasajero. “No perdamos nada de nuestro tiempo, quizá los hubo más bellos, pero este es el nuestro”-J.P.Sartre-
Esta reflexión un poco filosófica y quizá inútil me la ha sugerido estos días un pequeño grafiti que encontré por una calle de nuestra ciudad: “Somos el tiempo que nos queda”. En efecto con su toque poético encuadra nuestras personas en unos límites temporales y caducos que aceptados nos pueden ayudar a ser mas sencillos y amorosos: nuestra vida es el tiempo en el que nos metieron nuestros progenitores. Nuestra vida son porciones de horas que podemos utilizar dándole el sentido y la usanza que queramos. Y según pasan las semanas somos solamente el tiempo que nos queda y que puede terminar en cualquier segundo.
El tiempo escapa, el tiempo nos lleva…¿Cuánto podremos seguir siendo lo que somos…? ¿Cómo saber el tiempo que nos queda…?