[dropcap]L[/dropcap]a astronomía ha permitido poner fecha a una de las pinturas más originales del gótico final. El cielo de Salamanca, símbolo por excelencia de nuestra ciudad, tiene ya datación exacta y no aproximada, como hasta ahora. Azucena Hernández, física y doctora en Historia del Arte por la UCM ha reconstruido la posición de los astros representados en el fresco para concluir que entre el 13 y 15 de agosto de 1475 se realizó el boceto previo a la pintura.
La noticia, que hemos leído en prensa nacional, contribuye a revalorizar esta pintura tan emblemática de Salamanca. No en vano su autor, Fernando Gallego, es el pintor más relevante que ha dado Salamanca. Ha habido muchos artistas buenos, pero Gallego es el más representativo de su época y estilo, el referente nacional para una etapa de la historia de la pintura, la hispanoflamenca. Por eso sorprende un poco la desconsideración con el que un prolífico bloguero, La Cigüeña de la Torre, se refería a él hace un mes. La entrada abordaba el asunto del futuro museo diocesano, sobre el que ya escribimos hace unos meses, y la alusión a Fernando Gallego, como principal atractivo, era la justificación anticipada del fracaso asegurado.
A decir verdad, el texto, aunque lo firme el bloguero, está dictado por varios curas diocesanos. Él mismo lo reconoce, que se lo han comentado. Y en esta ciudad pequeña todo se sabe y duele mucho ver cómo desde la propia diócesis se torpedea una iniciativa extraordinaria, buenísima para la ciudad. Pero así son las cuchilladas entre curas, las peores, porque van con delicadeza y exquisita caridad. En este caso, sin embargo, quedarán en pataleta. El museo va adelante y su atractivo residirá en el conjunto. No solo se mostrarán piezas, se narrará una historia. Esta idea fue clave en el éxito expositivo de Las Edades del Hombre y ahora se retoma con un discurso novedoso. La diócesis de Salamanca tiene mucho que contar a través de su patrimonio y, por vez primera, lo hará de una manera atractiva y permanente. Y sí, efectivamente, de las piezas expuestas, las tablas de Gallego serán un reclamo poderoso.
Fernando Gallego, junto a Francisco, –quizás su hermano– y otros pintores del taller, trabajó mucho por el norte de Cáceres, Salamanca y Zamora, asumiendo empresas de gran envergadura. Las tablas del retablo de la catedral de Ciudad Rodrigo fueron el conjunto más logrado. Hoy lamentamos su pérdida tras una venta infame a los americanos. Sin embargo, las obras más conocidas son La Piedad, del Museo del Prado, y el ya referido Cielo de Salamanca, amén de la Virgen de los Reyes Católicos, también en el Prado, si fuera en verdad suya, porque la autoría no está clara.
Es un gran pintor, nuestro gran pintor, aunque al bloguero no le falta algo de razón. Gallego no es suficientemente valorado ni conocido. Hasta hace poco ni siquiera tenía calle en Salamanca, que fiel a su trayectoria, no presume de los suyos. Y en el arte, Fernando Gallego es un peso pesado.