[dropcap type=»1″]E[/dropcap]l palacio episcopal que se puede contemplar en la actualidad no fue la residencia del obispo Francisco de Bobadilla, prelado titular de la diócesis, ausente de Salamanca cuando se produjeron las revueltas comuneras. Sin embargo, el viejo edificio ocupaba el mismo solar que el actual. La visita a este lugar se debe a que, según las crónicas, uno de los capellanes del obispo mantuvo una posición encontrada con los comuneros, y ante la insurrección popular, presagiando que peligraba su vida, tuvo que huir de la ciudad para evitar males mayores. Francisco de Ribas y el capellán del obispo fueron los dos personajes más significados del bando realista en los comienzos de los disturbios, cuando Segovia pidió ayuda a las ciudades cercanas.
[pull_quote_left]El palacio desaparecido se había construido en el siglo XII, con otras intervenciones en los siglos siguientes, la última en el XIV[/pull_quote_left]El antiguo palacio episcopal fue residencia del príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos y señor de Salamanca, y de su esposa Margarita en la visita oficial a la ciudad del Tormes después de sus desposorios. Llegaron a la ciudad el 23 de septiembre de 1497, siendo recibidos con grandes festejos por los salmantinos. El obispo de la diócesis, fray Diego de Deza, ofreció su palacio para hospedar a los herederos al trono. El príncipe enfermó, y su padre, el rey don Fernando, llegó a tiempo de verle con vida. Fue enterrado en la catedral de Salamanca el 5 de octubre y trasladado a Ávila, por expreso deseo de los Reyes Católicos, a primeros de noviembre.
A finales del siglo XIX, el antiguo caserón debía conservarse en muy mal estado, seguramente en ruinas. Se intentó su restauración, pero los arquitectos consideraron difícil conseguirla. Las autoridades eclesiásticas se decidieron por derribarlo y construir una nueva residencia episcopal. El palacio desaparecido se había construido en el siglo XII, con otras intervenciones en los siglos siguientes, la última en el XIV. Aunque se desconoce su traza, podía tratarse de uno de los edificios góticos civiles más antiguos de la ciudad. El arquitecto José Secall, al realizar el proyecto del edificio que hoy conservamos, dio un dato erróneo sobre el origen del viejo, datándolo en el siglo XI. Sabemos de él que tenía dos patios, uno grande y otro de pequeñas dimensiones, y una fachada, donde se alternaban ventanas y balcones.
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