[dropcap]T[/dropcap]ropeceme por ahí con los ojos y caí en un corte de una entrevista a un tal Denzel Washington, un tipo que se dedica a engañarnos haciéndonos pensar que es alguien que no es y cada vez uno distinto. Transformista personal, interpretador de historias, mentiroso vocacional.
En dicho corte, viene a decir que es más importante ser buen actor que muy popular, no tener muchos “likes”, literalmente. Bueno, vale, está claro. Todos sabemos que la seudovida de la pantalla es seudovida, y cualquier respuesta consciente confirmará que encontramos sin problema la diferencia entre la virtual y la real y el valor de cada una, pero ahí va una foto de mi piel morena sobre la arena con la que nado igual que un tritón, y que si miro al horizonte puedo ver con el rabillo del ojo si das al botón.
Lo que me ha llamado más la atención fue el desarrollo de su pensar. Decía que es 1106 veces mejor que a él, a cualquier intérprete (salvavidas de género, que los hay y no cuestan nada) se le tengan ganas de ver a que se le vea por todos los sitios. No puedo estar más de acuerdo.
Se me tejió solo el guante con la balanza. Abundancia por un lado, escasez por la otra. Que se te vea mucho o que se tengan muchas ganas de verte, aunque sea un poco. ¿Qué objeto de deseo deberíamos preferir ser?
No sé si hay algún estudio científico que desentrañe el misterio del tiempo que transcurre hasta que algo que nos gusta comience a aburrirnos, darnos en el rostro, adquiera olor a pescado de tres días, etc.
Como sujeto pasivo, prefiero mil millones de veces que tengas ganas de verme, hablarme, escucharme, tocarme, sentirme, mostrarme, discutirme, criticarme y todo aquel verbo reflexivo que se te ocurra a que no dejes de verme, hablarme, escucharme…
Supongo también que ese gusto al ego es el que nos hace tan infelices. Valorar las cosas que nos faltan por encima de las que tenemos. ¡Boom! Paradojaza. Ay, felicidad, qué bonito nombre tienes y qué difícil tener una relación seria y a largo plazo contigo.
O no, quizá solo estulticia supina. Bastaría con desengrasar ese innato talento que a buen seguro tenemos para valorar las cosas según, ojo cuidao, su valor, no según su posesión o carencia. Eso es cosa de la implacable ley de la oferta y la demanda, de la imposible reconciliación de los antónimos.
¿Podemos tratar de tener lo escaso en abundancia? ¿Qué valor tendría lo abundante en el momento en que comenzara a escasear? ¿Quién quiere deshacerse de lo que posee? ¿Alguien se apunta a una sobredosis de lo que no tiene o de lo contrario a lo que ha tenido? ¿No es suficiente con que un poco sea casi siempre más que suficiente?
A Denzel Washington. Nunca pensé en el honor que supondría tenerte como telonero.