El virus de Crimea-Congo se introdujo en España en el año 2013 y desde entonces se ha expandido por varias zonas del país. Se trata de una enfermedad muy extendida en África, Asia, Oriente Medio y los Balcanes, y está causada por el virus ‘Nairovirus’.
Un estudio realizado entre los años 2016 y 2018 por el equipo del Centro Nacional de Microbiología del Instituto Carlos III, ha determinado la extensión de este virus por España. La investigación, liderada por Anabel Negredo y Mari Paz Sánchez Seco, se ha publicado en la revista ‘Emerging Infectious Diseases’ y ha tomado muestras de más de 12.000 garrapatas. Los investigadores han señalado al ciervo como “el huésped que con mayor frecuencia arrojó garrapatas” capaces de extender la infección. Además, han indicado que la ‘Hyalomma lusitanicum’ es una garrapata que “tiene un papel destacado en el ciclo natural del virus”.
Según han confirmado en el estudio, el virus de Crimea-Congo se ha detectado en cinco comunidades autónomas españolas: Extremadura, Comunidad de Madrid, Castilla y León, Andalucía y Castilla-La Mancha. Esta patología se ha detectado en 8 ocasiones, uno en 2013, dos en 2018, tres en 2020 y 2 en 2021. “Se necesita investigación para determinar las razones detrás de la alta variabilidad, la distribución real y el origen de las cepas circundantes”.
Los síntomas más comunes de esta enfermedad son fiebre, dolor muscular, mareos, dolor y rigidez de cuello, lumbago, cefalea, irritación de ojos y fotofobia (hipersensibilidad a la luz). En los primeros días se pueden padecer otros como náuseas, vómitos, diarrea y dolor abdominal y de garganta. Una vez transcurridos de dos a cuatro días se pueden producir otros síntomas completamente diferentes. Entre ellos están somnolencia, depresión y debilidad.
Según la OMS, este virus “causa brotes graves de fiebre hemorrágica viral”, con una tasa de letalidad de entre el 10% y el 40%. Se transmite principalmente a través de las garrapatas. Sin embargo, se pueden producir contagios entre personas por contacto estrecho con sangre u otros líquidos corporales. En cuanto al tratamiento, se ha empleado el antiviral ribavirina “con efectos claramente beneficiosos”. A pesar de ello, no hay ninguna vacuna disponible ni para humanos ni para animales.