La Unidad de Innovación del Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca (IBSAL), dentro de su programa ’12 Meses cuidándote’, ha organizado la jornada ‘Nuevos retos en el manejo del VIH’ en el Salón de Actos del Hospital Universitario de Salamanca. Con el patrocinio de Gilead, la sesión ha contado con Santiago Moreno, jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Santiago Ramón y Cajal de Madrid, y con Víctor Asensi, de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario Central de Asturias. El acto ha sido presentado por Rogelio González Sarmiento, director científico del IBSAL, y moderado por Guillermo Hernández, jefe de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Complejo Asistencial Universitario de Salamanca
JPA/DICYT. En particular, Santiago Moreno es uno de los grandes referentes en investigación de las enfermedades infecciosas y del VIH en España y a nivel internacional. En una entrevista concedida a DiCYT, explica el estado de la investigación, la innovación y la asistencia en este campo. Cuestiones como la posibilidad de alcanzar una curación más allá de casos puntuales o el desarrollo de una vacuna son grandes retos científicos y sanitarios. Sin embargo, el diagnóstico y los tratamientos antirretrovirales también están poniéndole cerco al virus.
Los tratamientos antirretrovirales han convertido al VIH en un problema crónico, pero usted viene hablar hoy de curación. ¿Es posible?
Ya hay algunas curaciones, no es algo imposible, pero se ha logrado en casos concretos que no son aplicables a toda la población positiva, porque las intervenciones han consistido en realizar trasplantes de médula ósea con unas células especiales. Esto solo lo podemos aplicar a personas que por alguna razón, como un cáncer de la sangre, necesitan dicho trasplante de médula ósea. Sin embargo, lo que buscamos es una curación a gran escala y eso va más lento de lo que quisiéramos. ¿Llegaremos algún día a encontrar una estrategia para curar el VIH se cure de manera generalizada? Confío en que sí, pero no estoy seguro de que sea pronto.
Al margen de esa cuestión, ¿cuáles son los principales retos en la lucha contra el sida hoy en día?
Tenemos un problema, el estigma social que aún está asociado a la infección. Es tremendo que todavía alguien padezca una enfermedad que no puede confesar, y eso es un reto importante. En segundo lugar, en el ámbito de la investigación el gran desafío es conseguir una vacuna que permita que no se infecte la gente sana. Se asume que es posible pero no hay datos que nos permitan aventurar que se logrará a corto plazo.
El tercer reto, en espera de la curación o de la vacuna, es evitar que aparezcan nuevo casos de infección. Esto es posible aunque no haya una vacuna, porque cuando ponemos el tratamiento antirretroviral a la gente infectada y conseguimos evitar la multiplicación del virus, esa persona deja de ser infectiva, ya no transmite la infección, tenga la práctica sexual que tenga y aunque no utilice métodos de prevención. Por lo tanto, si logramos diagnosticar a todas las personas infectadas y las ponemos en tratamiento, dejaría de haber nuevas infecciones. Así que el problema es la fracción de personas no diagnosticadas, son quienes transmiten la infección y no lo saben. Pudiera ocurrir que al final lográramos controlar el virus antes por esta vía que por la vacuna. Si es así, iríamos hacia una erradicación del virus: habría personas infectadas, porque no son curables, pero no nuevos casos de infección.
¿Cómo hemos evolucionado en los últimos años?
La OMS marcó el objetivo 90-90-90, que todos los países del mundo en 2020 debían tener al 90% de las personas diagnosticadas, el 90% de los diagnosticados puestos en tratamiento y al 90% de los que estuvieran en tratamiento con una carga viral suprimida o indetectable. España no ha cumplido el primer objetivo, nos hemos quedado en el 86%, así que un 14% está por diagnosticar. Sin embargo, los otros dos objetivos están cumplidos. Para 2025 deberíamos llegar al 95% en los tres. El nuevo número de casos diagnosticados cada año está disminuyendo lentamente, muchos nuevos corresponden a personas que vienen del extranjero.
Volvamos al tema de las vacunas. La pandemia de covid, con el éxito de las nuevas vacunas de ARN mensajero, parece haber despertado nuevas expectativas.
Sí. De hecho, Moderna trabaja en vacunas de ARN mensajero, antes del covid ya buscaba una para el VIH y tiene prototipos en investigación. Ahora tenemos más expectativas de que una vacuna basada en esta tecnología sea eficaz, confío en que así sea porque estas vacunas han abierto nuevas expectativas para agentes infecciosos y otras enfermedades. De las que se han desarrollado hasta ahora, basadas en adenovirus, ninguna ha funcionado.
¿Qué impacto ha tenido la pandemia de covid en el tratamiento de otras enfermedades infecciosas?
Al principio nos volcamos en el covid y eso disminuyó la atención en los hospitales a otras enfermedades. Sin embargo, en cuanto a las infecciones que se adquieren fuera de los hospitales no ha habido una gran repercusión, no han aumentado ni disminuido. En cuanto a las infecciones intrahospitalarias sí ha habido más problemas, por ejemplo, con pacientes de covid infectados por bacterias resistentes. En cuanto al VIH, pensábamos que las repercusiones serían peores. Los pacientes tienen que venir periódicamente al hospital, pero se ha mandado la medicación a domicilio y no se ha dejado de tratar a nadie. El control de la enfermedad ha sido el mismo y, en general, las enfermedades infecciosas no han sido las principales resentidas.
¿Qué papel tiene España en investigación e innovación en VIH?
Asistencialmente, el modelo que tenemos es exitoso. A los pacientes los tratan especialistas, profesionales que se dedican al VIH, así que las garantías de una buena asistencia son máximas. En cuanto a investigación, aunque lo que se invierte es tremendamente escaso, somos de los países que más y mejor publica en cuanto a estudios clínicos. En investigación básica no llegamos a la altura de Francia y EEUU, pero tenemos algunos grupos que también se codean con los mejores. La innovación es nuestro talón de Aquiles. Investigamos, publicamos y aportamos conocimiento, pero cuando se trata de patentar e inventar, estamos muy atrás. Eso es una responsabilidad compartida, pero que recae mayormente en las estructuras administrativas, que deberían perseguir ese objetivo.