Un periódico no está hecho ya para ilustrar, sino para halagar las opiniones. Por ello, dentro de un tiempo, todos los periódicos serán viles, hipócritas, infames, mentirosos, asesinos; matarán las ideas, las filosofías y a los hombres, y florecerán por eso mismo.
Honoré de Balzac(1799-1850)
Las Ilusiones perdidas, una excelente película de Xavier Giannoli, basada en Les illusions perdues, una novela de Honoré de Balzac, nos acerca al papel de la prensa en la Francia del siglo XIX y nos descubre que la corrupción, la mentira y la desinformación con intereses espurios al servicio de objetivos políticos y económicos viene de antiguo y que, al igual que sucede en la película, la realidad española de nuestros días sigue los mismos patrones, hasta tal punto que sentado cómodamente en la butaca, resulta difícil centrarse en apreciar la belleza artística de la película debido a la imposibilidad de abstraerse del paralelismo entre el siglo XIX y el siglo XXI, entre Paris y Madrid, entre Francia y España.
Una descripción cinematográfica magnífica del viaje de un joven poeta con aspiraciones literarias desde provincias a la capital del reino, desde el mundo editorial hasta el periodismo sensacionalista donde todo y todos se pueden comprar y vender, siempre al servicio del mejor postor, donde con tal de incrementar las ventas del periódico y las consiguientes ganancias empresariales todo es posible y precisamente por ello todo tiene un precio, donde la verdad no importa porque la verdad no es un bien absoluto, la verdad se crea o se destruye en los medios. Un mensaje que la realidad española se empeña en poner de manifiesto cada día y que refleja magníficamente El Roto en una de sus últimas viñetas: no sé si creer las noticias falsas o las mentiras oficiales.
Xavier Giannoli trasforma magistralmente una novela de época en un discurso intemporal que refleja la ambición desmedida del protagonista dispuesto a ascender en la pirámide social abandonando sus principios juveniles provincianos poniendo su pluma al servicio del mejor postor, la palabra escrita mediante la imprenta en la Francia borbónica y la palabra, la voz y la imagen en la España actual.
En ausencia de referentes intelectuales entre la opinión publicada, son más las voces o plumas que opinan sin pensar o que ponen su firma al servicio del mejor postor (por ideología o por razones económicas), que las más escasas que piensan de forma independiente pero no hablan, y las muy muy escasas que piensan de forma autónoma y opinan para orientar a la opinión pública al margen de sevicias.
Volviendo a Balzac hay dos historias: la oficial escrita con mentiras y la secreta, donde se encuentran las causas reales de los eventos. Es pues necesario separar el polvo de la paja, la opinión independiente de la mercenaria, y resulta necesario disponer de referentes, una tarea ardua en la mayoría de los casos cuando muchos intelectuales se han retirado a su exilio interior. En conclusión, sobran tertulianos a sueldo y faltan pronunciamientos de intelectuales.