[dropcap]N[/dropcap]o está pagado todo esto que estamos viviendo. Quizá para nuestros mayores, los muy mayores, sea un juego de niños, problemas de ricos y guapos, ya que muchos de los problemas de hoy, fueron ayer vida normal.
Entiendo que quizá un historiador pueda definirme razonablemente como un indigente mental y que a quien la situación le aprieta, tenga todo el derecho del mundo a sacarme los colores. Desde la bondad, no desde la soberbia, leerás solo una interpretación de todas las posibles existentes, no una apuesta por la verdad, me queda siempre muy lejos.
He perdido la cuenta. Pandemia como nunca antes, tormenta de nieve con nombre de mujer, volcán en el paraíso, extorsión de gánsteres de la energía, asalto a la frontera sur, la Tierra hecha Marte y, buah, la guerra de nuevo en Europa (las otras no nos dan tanta guerra). Vaya la que tienes, Pedro.
Podemos ser tan críticos con nuestros líderes como nos plazca, faltaría más. Encontraremos a quien sacudir sin esfuerzo. Dará igual que nuestro gobierno local, autonómico, nacional y europeo esté en cuatro manos distintas según el lugar, escogeremos lo que nos apetezca. Sí pienso que no deberíamos olvidar nuestra pequeña cuota de pantalla, de voluntaria víctima propiciatoria. ¿Se arrimó el ascua a la sardina o fue al revés?
La cuestión, lo magro del asunto, es que de nuevo, nada nuevo. Sin alejarme mucho en el tiempo, tengo la sensación de que necesitamos terribles cosas como paso previo a las buenas. ¿Necesitamos avergonzarnos del todo para actuar con una mínima vergüenza?
Las cosas van bien, luego mal, después bien y así. Europa tuvo que ser arrasada para que Francia e Inglaterra se hicieran amigas. Perdonaron a Alemania y se formó una pandilla cada vez más numerosa, abierta y rica en todos los sentidos, mejor anfitriona y cuidadora. Más chula que nunca. Nunca perfecta. Nada lo es. Ayudó el hoy malvado. ¿Volverá a pasar?
Hemos perdido de vista el significado de un martillazo a un ladrillo berlinés. Tras él cayeron otros muchos que por un instante nos enseñó nuestras caras como iguales.
Pero cuando no quedó ninguno en pie, nos habituamos a que no existieran, a obviar el grave peso de lo que llevó a que se levantara.
No está pagado todo esto que estamos viviendo. Quizá para nuestros mayores, los muy mayores, sea un juego de niños, problemas de ricos y guapos, ya que muchos de los problemas de hoy, fueron ayer vida normal.
Entiendo que quizá un historiador pueda definirme razonablemente como un indigente mental y que a quien la situación le aprieta, tenga todo el derecho del mundo a sacarme los colores. Desde la bondad, no desde la soberbia, leerás solo una interpretación de todas las posibles existentes, no una apuesta por la verdad, me queda siempre muy lejos.
He perdido la cuenta. Pandemia como nunca antes, tormenta de nieve con nombre de mujer, volcán en el paraíso, extorsión de gánsteres de la energía, asalto a la frontera sur, la Tierra hecha Marte y, buah, la guerra de nuevo en Europa (las otras no nos dan tanta guerra). Vaya la que tienes, Pedro.
Podemos ser tan críticos con nuestros líderes como nos plazca, faltaría más. Encontraremos a quien sacudir sin esfuerzo. Dará igual que nuestro gobierno local, autonómico, nacional y europeo esté en cuatro manos distintas según el lugar, escogeremos lo que nos apetezca. Sí pienso que no deberíamos olvidar nuestra pequeña cuota de pantalla, de voluntaria víctima propiciatoria. ¿Se arrimó el ascua a la sardina o fue al revés?
La cuestión, lo magro del asunto, es que de nuevo, nada nuevo. Sin alejarme mucho en el tiempo, tengo la sensación de que necesitamos terribles cosas como paso previo a las buenas. ¿Necesitamos avergonzarnos del todo para actuar con una mínima vergüenza?
Las cosas van bien, luego mal, después bien y así. Europa tuvo que ser arrasada para que Francia e Inglaterra se hicieran amigas. Perdonaron a Alemania y se formó una pandilla cada vez más numerosa, abierta y rica en todos los sentidos, mejor anfitriona y cuidadora. Más chula que nunca. Nunca perfecta. Nada lo es. Ayudó el hoy malvado. ¿Volverá a pasar?
Hemos perdido de vista el significado de un martillazo a un ladrillo berlinés. Tras él cayeron otros muchos que por un instante nos enseñó nuestras caras como iguales.
Pero cuando no quedó ninguno en pie, nos habituamos a que no existieran, a obviar el grave peso de lo que llevó a que se levantara. Desatendimos a la memoria, ignoramos cómo de delicado y costoso es encontrar y mantener un jueves libre y en paz. Exigimos fruta al árbol del abuelo en lugar de ofrecerle cuidados. Devoradores. Descuidados. Lo que sea por lo que anhelamos. Des-aprecio por cuanto tenemos.
No es Ucrania, Rusia ni Europa. No es la vacuna ni el virus. No es la nieve ni la arena. Ni la gasolina ni el volante. La mafia ni la luz. Es el ladrillo que va al muro en lugar de al puente.
Es lo que yo hago. No tú.