Opinión

Sábado, sabadete

Dos personas disfrutando de la noche. Imagen. Pixabay.

[dropcap]C[/dropcap]uando estás a la mitad de los cuarenta no vas a tomar una copa como cuando estás con la mitad de cuarenta, es un hecho. No salgo mucho de un tiempo a esta parte, pero lo hice. Sábado, sabadete, charla y culo en taburete.

Nos sentimos los agostados que eran otros entonces. La mesa vintage del loft post contemporáneo. Dos remarcables conclusiones, la música que se consume ahora me parece una suerte de detrito con el que ni siquiera mancillaría el descanso de un yermo páramo en barbecho y que pertenecía a  otra raza por no llevar sudadera con capucha para amorrarme al morapio. Ole por ellos y ay la madre que tuvo a bien traerlos a este mundo.

La senecta sorpresa surgió de su nulo “coquetismo”. Recuerdo estrenaba atuendo de salir que sería de ir a clase para luego vivir una cómoda vida en casa antes del trapo. Tras ese pensamiento ácido, una genial justificación. Nada más cómodo que el holgado seudo chándal.

Primero la crítica desde el absurdo ego, vaya pinta que me llevan los días del salir. Luego la explicación, son más listos que nosotros, se la trae al pairo el aspecto. Luego la reflexión… digamos templada. Son todos el mismo, son todas la misma. En el mismo lugar, a finales del siglo pasado, cuando éramos lo que ellos son, también existía una estética identitaria con varios grupúsculos perfectamente identificables entre sí, ahora, todos me parecieron uno.

El Dios los cría y ellos se juntan mostró nula vigencia durante aquellos 3 tranquilos Gin & tonic (por el estilo con que fueron servidos lo dejaremos en gintonis). ¿Qué les puede hacer pensar que la mejor idea de ser es ser exactamente igual que los demás? ¿Qué les pasa?

Muchas hipótesis y ninguna respuesta cierta, todo lo que acierto a decir es que entiendo que ser como los demás se muestra más seguro y más barato.

Más seguro porque esconderse entre la multitud evita miradas, algo que hace unas generaciones, tratar de destacar, a través del disfraz del fin de semana, me parecía más común. Quizá para conseguir algo tan básico como lo que busca el mirlo con su trino.

Más barato, porque con esa inversión no se puede aspirar sino a atajar a una mala versión de igualdad, de respeto, de aceptación. El “todos somos iguales” se ha interpretado de la forma chusca, invitándonos a ser inefables copias. Y palo al que se desmarque.

Se puede tratar de esquivar las diferencias entre niños (luego adolescentes y después adultos), económicas, raciales, sociales, etc, poniéndolos a todos el mismo chándal para la clase de educación física. Es lo barato, lo fácil. Pero el producto bueno, el de calidad, el valioso, surgirá cuando no se invierta en esconder esas diferencias, sino cuando dejemos de disfrazarlas, cuando las incorporemos plenamente a la normalidad y acabemos únicamente con las que limiten.

De momento, ganan logos y tipos de tejido.

Aquí encontrarás más… 

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