[dropcap]C[/dropcap]aminamos, con paso firme, hacia una guerra nuclear. Así de claro. Por error de información de uno de los contendientes, por accidente, por decisión desesperada (lo más probable) o por propia iniciativa, las probabilidades son altas y están ahí. Y así lo reconocen algunos militares y políticos que han ocupado los más altos cargos en el pasado y que, en algún momento de su vida, han cambiado de opinión y han decidido contar lo que saben.
El riesgo está ahí. Completamente infravalorado por casi toda la clase política y dirigente del mundo; por los medios de comunicación -damos aquí las gracias a La Crónica por publicar esta carta-; y por la opinión pública en general.
Hace unas semanas, dos días antes de la invasión de Ucrania, los habitantes de Kiev, Mariupol, Leópolis no se imaginaban lo que iba a ocurrir horas después: la invasión y el bombardeo de sus ciudades. Vivían con la amenaza, pero queriendo ignorarla, como decían los periodistas allí presentes esos días. Algo parecido nos pasa con las armas nucleares, con su capacidad para destruir al género humano: queremos ignorar su existencia. Pero están ahí, como una amenaza para ser usadas y en disposición para ello.
No es necesario prohibir estas armas, porque formalmente ya lo están. Ocurrió a principios del año pasado, cuando más de 50 estados ratificaron el Tratado en el seno de la ONU. Y hasta ahora ya lo han hecho 61. Los que no lo han apoyado son los pertenecientes a la OTAN -¡viva la soberanía nacional!- y los que también tienen la bomba nuclear: Israel, China, India, Rusia…
En estos días de guerra a gran escala en Ucrania las grandes potencias militares se están amenazando con sus bombas nucleares, como si alguien pudiera ganar una guerra con ese armamento. Pero todo el mundo perdería en una guerra así. No habría vencedores. La destrucción sería de tal magnitud, que aun cuando hubiera explotado sólo una parte del arsenal nuclear, en los siguientes meses se produciría un “invierno nuclear”. Es decir, los rayos del sol no podrían penetrar en la atmósfera hasta la superficie de la Tierra y la extinción de la humanidad estaría asegurada.
Es el momento de insistir en que España ratifique el Tratado de Prohibición de las Armas Nucleares, que seamos realmente un estado soberano y que desobedezcamos las órdenes de Washington, como hizo Países Bajos. Está en juego nuestra supervivencia.
Por. Asociación Comité Antinuclear y Ecologista de Salamanca
1 comentario en «No hace falta prohibir la bomba nuclear»
o sea que como las armas nucleares estan prohibidas, ya podemos estar tranquilos, algunos países las siguen fabricando pero sólo como adorno