Decía Félix Rodríguez de la Fuente que “el hombre es un poema tejido con la niebla del amanecer, con el color de las flores, con el canto de los pájaros, con el aullido del lobo o el rugido del león”. Ese hombre ha puesto más trabas aún a su entorno desde que el naturalista burgalés falleciera en un fatal accidente en marzo de 1980. Cuatro décadas en el que ese sonido de las aves al que él se refería se desvanece, porque los pájaros ahora cantan menos, una de las patas de ese recurso literario que creó el de Poza de la Sal en torno a los animales, y que más que vislumbrar futuro, parece que se difuminan, precisamente, entre la niebla.
Juan López / ICAL. Y es que el cambio climático y la gestión energética y alimentaria han condicionado y acelerado el declive de aves de humedales y estepas, tal y como argumenta Juan Carlos del Moral, coordinador del Área de Ciencia Ciudadana del Seo Bird Life, entidad que acaba de publicar el III Atlas de las Aves en Época de Reproducción en España, en el que analiza la tendencia de 302 especies, de las que más del 80 por ciento se encuentran presentes en Castilla y León. “Aquí tenemos aves de humedales, de estepa y forestales. Solo nos faltarían las gaviotas y otras marinas”, acierta a señalar el experto.
Entre las que más han sufrido ese descenso poblacional que empuja a escuchar menos sus cantos, las esteparias y de humedales, principalmente algunas tan asociadas a Castilla y León como el ánsar común, el sisón, la ganga ortega y la alondra ricotí. “No le va mal a la avutarda”, sostiene Del Moral, quien achaca esta evolución a las “prácticas agrícolas” y el cambio climático. Al menos, el Atlas sitúa a las especies forestales en un escenario “bastante positivo” por el “abandono del medio rural y falta de pastoreo, que mejora su reproducción”. Es el caso de pinzones vulgares, trepadores azules, agateador europeo, mirlos y petirrojos, pero de una especie forestal por excelencia de la Cordillera Cantábrica, el urogallo, que “lamentablemente tiene los días contados”. Se localiza en el occidente asturiano (Degaña y Cangas de Narcea) y en la cara sur, en León (Alto Sil y Omaña).
Desde las primeras estimaciones de la población (1970-1980), pasando por el censo nacional de 2005, hasta llegar a la exigua población actual, “se ha producido un grave declive poblacional” que reduce su presencia en España a unos 700 individuos: 292 de ellos en la población cantábrica.
A juicio de Juan Carlos del Moral, la acción del cambio climático “es importante” en la evolución de las aves, “pero lo es más el tipo de gestión sobre medios agrícolas”, dado que se “eliminan lindes para utilizar maquinaria más cómoda y se utilizan insecticidas y pesticidas que matan el alimento de estas aves, como grillos y saltamontes, que tampoco se escuchan ya”. Además, llamó la atención de las semillas “blindadas”, que son las tratadas previamente a la siembra y que “son tóxicas”. “Muchos pájaros mueren al comer el grano que estamos sembrando”, alerta. Además, advirtió de la casi desaparición de aves como las golondrinas y los gorriones molineros, “muy afectados por la despoblación porque son muy próximos al ser humano”.
Por ello, apeló a la “voluntad necesaria” para “cambiar la PAC y no financiar este tipo de aprovechamientos agrícolas, sino otros más sostenibles y sanos”. Del Moral afeó que este tipo de gestión “se elude a base de invertir miles de millones en hospitales y medios médicos, cuando con una alimentación más sana se cuidaría de la salud y se disfrutaría de una vida más sana vinculada al medio rural”. Por último, denunció las miles de hectáreas que “se van a inundar con placas solares y que condicionará la ubicación de muchas especies que ocupaban estos grandes polígonos”.
Avutardas y sisones
Según el Atlas, la tendencia de la avutarda varía por regiones, si bien Castilla y León es donde es más abundante, con entre un 62 y un 67 por ciento del total, que se estima en 22.000-24.000 individuos, cifra inferior a las de las dos últimas décadas. Entre 2008 y 2019 la tendencia fue negativa en Burgos, un 60 por ciento; en León, 22 por ciento; Segovia, 17,8; y Salamanca, 14 por ciento. Y fue positiva en Ávila, 3,2 por ciento; Palencia, 9,7; Valladolid, 7,3; y Zamora, 15,8 por ciento; aunque algunos de estos aumentos se pueden deber a la mayor superficie prospectada en 2019. En conclusión, el conjunto de la población española de avutardas está en declive en la última década, con una disminución aproximada del 15 por ciento.
El sisón, otro animal simbólico de la Meseta autonómica, cuenta con 1.871 machos reproductores en Castilla y León, no más del cinco por ciento nacional, ya que el principal censo se encuentra en la región manchega, con más de 25.000 ejemplares de los casi 40.000 registrados.
Otras especies, como la alondra ricotí, centraría su área de distribución en una reducida extensión y un alto grado de fragmentación, con una población de alrededor de 3.800 machos en España, que se traduce, según el informe, en unas 1.400-1.500 parejas. En cuanto al Ánsar común, actualmente, en base a datos puntuales de diversas zonas, se podría afirmar que la población ha continuado en aumento solo en Villafáfila (Zamora), donde en 2021 se reprodujeron en las lagunas naturales un mínimo de 13 parejas que sacaron 30 pollos, si bien el número varía mucho según los años, en función de la climatología.
Malas noticias para la ganga ortega, que ha sufrido una “gran desaparición”. Su población peninsular consiste en ocho núcleos poblacionales diferenciados, entre los que se encuentra la Meseta Norte, donde ha anotado “fuertes descensos”, junto a los páramos del Sistema Ibérico de Castilla y León, donde residen cerca de un millar de individuos de los más de 4.722 ejemplares que lo hacen en la Península.
Positivo en zonas boscosas
Mejor le ha ido a aquellas aves más asociados a zonas boscosas, como el caso del pinzón vulgar, ampliamente distribuida por toda la Península y Baleares, excepto en zonas que corresponden a áreas desarboladas de Tierra de Campos, según recalca el Atlas. Se calcula una población actual de en torno a 14 millones de ejemplares. Las población más importante se encuentra en Castilla y León (tres millones), que unidos a Castilla-La Mancha, Andalucía, Aragón, Extremadura y Cataluña suman alrededor del 76 por ciento del total.
El trepador azul incluso ha incrementado su censo en las áreas periféricas de la Comunidad, con un promedio de 285.000 ejemplares, la tercera parte nacional; mientras que el agateador común, en la misma línea, se sitúa, con 712.000 individuos, como la principal cifra de los tres millones que hay en España, casi una cuarta parte. El marcado carácter supramediterráneo montañoso que presenta la especie influye en estos tamaños de población.
Mirlos y petirrojos protagonizan también las buenas noticias en cuanto a la tendencia positiva. Según los datos del atlas, la población española de los primeros rondaría los 14,5 millones de ejemplares, el 20 por ciento en Castilla y León, la población más nutrida con 2,75 millones.
Por lo que respecta al petirrojo, ocupa especialmente la mitad norte peninsular, a excepción de los valles del Duero y Ebro, donde es muy puntual. Se estima en torno a los 7,1 millones y, aunque todas las comunidades acogen importantes poblaciones, la mayor densidad se da en Castilla y León, con casi dos millones.