Opinión

El obispo ha resucitado

El juramento de silencio de la Real Cofradía Penitencial. Fotografía: Fernando Pérez Pena.
El juramento de silencio de la Real Cofradía Penitencial. Fotografía: Fernando Pérez Pena.

[dropcap]C[/dropcap]onfieso que el título iba a ser otro, La Semana Santa de Salamanca no tiene obispo, pero tras asomar la mitra por la Puerta de Ramos en el Encuentro, no respondería exactamente a la realidad. La idea de fondo, sin embargo, continúa siendo válida. Entre los cofrades, con el transcurso de los días, ha cobrado consistencia la percepción de que al obispo no le interesa la Semana Santa en su vertiente popular.

Había anunciado que no iría a los actos de las cofradías y casi lo ha cumplido. Se dejó ver en el pregón y ha presidido, in extremis, el acto de la Vera Cruz en la procesión del Resucitado. Las otras cofradías que históricamente contaban con la presencia del obispo se quedaron con las ganas. Se le echó de menos en la procesión del Domingo de Ramos porque estaba en su primera diócesis, la civitatense, y la ubicuidad no es todavía facultad que le haya sido conferida.

El miércoles, en cambio, sí se encontraba en Salamanca, pero no acudió al juramento de silencio de la Real Cofradía Penitencial. El alcalde, que entiende mejor la importancia de que le cedan un micrófono para dirigirse a los millares de salmantinos que abarrotan la plaza de Anaya ese día, no faltó a la cita anual, dejando constancia de que al Ayuntamiento, da lo mismo la razón, sí le interesan estas cosas. También asistió Fernández Mañueco, presidente electo de la Junta, que optó por una presencia más discreta. El obispo debía descansar y excusó la ausencia. Al día siguiente tocaba Ciudad Rodrigo –no estaría por tanto con Amor y Paz en el atrio de la catedral– y la A-62 resulta matadora. Lo mismo sucedió el Viernes Santo. En la mañana no presidió el histórico vía crucis del Nazareno, en la catedral, y por la tarde, a la hora de la siesta, tampoco estuvo en el acto más antiguo de nuestra Semana Santa, el Descendimiento. Finalmente, después de recorrer infinitas veces la antigua N-620, carretera de la muerte que decían, el obispo redivivo se manifestó por primera vez ante los cofrades.

Con la Resurrección llega el tiempo del análisis y parece claro que un obispo para dos diócesis es un disparate. Todos perdemos y Salamanca más que Ciudad Rodrigo. Este año, de los siete días con celebraciones cuatro estuvo en Miróbriga y tres aquí. Con tanta ausencia, más las horas de carretera, le queda poco tiempo para Salamanca y tiene que priorizar. Y entre las prioridades, es obvio, no está la Semana Santa. Ni siquiera el vicario cubrió sus ausencias y en el lenguaje eclesiástico, donde los gestos cobran gran importancia, este es una declaración de intenciones.

Los cofrades quedan a la expectativa. Algunos han recordado a Braulio Rodríguez, que no pudo comenzar peor con las cofradías y al final, tras alguna rectificación sonada, se fue para Valladolid como un obispo querido. Del nuevo –dicen es bueno, vamos a ver– se demanda de momento un poco de atención. Por mucha prioridad y marrón que haya en la diócesis, las masas están en las cofradías. Esto no se puede olvidar.

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