[dropcap]E[/dropcap]l pasado día 15 de abril, se celebró el Día Internacional del Niño. Un día marcado por cifras tristes, escandalosas y que debieran poner en alerta al mundo entero.
Cifras marcadas por la violencia ejercida hacía niños, niñas y adolescentes por sus propios padres y/o madres. También la ejercida por terceros en centros educativos, parques, extraescolares y en la calle, a vista de todos y en ocasiones sin recibir ayuda, mientras estos actos son grabados, difundidos y viralizados como quien exhibe un trofeo ganado en un torneo.
Más de 200 menores, según cifras oficiales muertos en el conflicto de Ucrania. Casi 400 niños y niñas heridos/as y demasiados malviviendo fuera de sus casas o sin su familia más cercana. En otros países, el conflicto lleva tiempo instalado y si hablamos de continentes podemos hablar de explotación sexual o laboral en menores a diario.
Cifras para considerar el valor que se le da a la vida y el precio que pagan por ello quienes apenas empiezan a vivir.
En nuestro país o en cualquier otro vemos casos de vergüenza en los que los menores sufren violencia, violencia y más violencia. Primero por quien o quienes la ejercen, después por quienes miran como si esto no fuera con ellos y para rematar por quienes permiten que siga sucediendo. Esto pasa, lo tenemos al lado, pero permanecemos cegados porque aún no nos ha tocado a todos nosotros.
Cifras, cifras y más cifras, en las que la dignidad brilla… pero por su ausencia y sin embargo las lágrimas brotan sin que nadie las pueda contar. No hay estadística, que cuente lágrimas derramadas.
Casos que se vuelven mediáticos y todo el mundo habla de ello, pero a la hora de la verdad son olvidados después de un par de días de habladuría en los que falsas promesas de mejora y de soluciones aparecen y desaparecen para volver a la soledad de un expediente olvidado en un cajón y lleno de polvo, esperando que alguien lo rescate.
Esta sociedad, en la que todos somos ‘menganito’ un día… se olvida que la vida es un regalo al que todos tenemos derecho y sin embargo seguimos permitiendo que se ponga en el centro de la diana menores que están indefensos y desprotegidos, sin el menor arrepentimiento y sin la menor disculpa que alivie la pesada carga que en ocasiones se lleva a la espalda.
El Día Internacional del Niño debería ser una reflexión para valorar que esta pasando para que niños, niñas, adolescentes,… pierdan los sueños, la niñez, la adolescencia y en ocasiones la vida, mientras otros acaban en consultas médicas dando bandazos tratando de coger aire, porque respirar se hace difícil en un mundo ya contaminado de por sí.
Corren malos tiempos para todos, en lo que sobrevivir se vuelve difícil y más aún si eres niño en un mundo de adultos que cierra los ojos y los oídos, mientras sube el volumen del televisor y se instala en el mundo del silencio acomodando su espalda al sillón de relax para evitar despertarse de una siesta que le haga ver la realidad que prefiere ignorar.