[dropcap]Y[/dropcap]a no da miedo el león. Lejos queda aquel periodista del corazón que hizo que muchos y muchas desleales con sus respectivos cónyuges se lo pensaran dos veces antes de meterse en alcoba ajena. Hubo un tiempo en este país, casi cuatro décadas, que no eras nadie en la sociedad española si Jesús Mariñas o Francisco Umbral no resaltaban en negrita tu nombre.
Jesús Mariñas es nuestro Truman Capote. La pena es que el periodista español no se lanzara a escribir libros como si lo hizo Capote. Seguro que aquí habríamos tenido nuestro a ‘Sangre fría’ patrio.
No llegó la sangre al río, pero sí que ha hecho que corrieran ríos de tinta. Quizá la foto más mediática de Jesús Mariña no la hizo él, pero sí que la protagonizó. Ya era un periodista temido por su afilada y certera pluma, pero Camilo José Cela y Hola lo encumbraron al Olimpo de los cronistas tocados con ese aura de sé lo que escondes, aunque, como zorro viejo, la mayoría de las veces no lo supiera, pero los miraba como si así fuera y los afectados sufrían incontinencia verbal sin remedio. Estaban perdidos, el lunes en Época verían su historia recontada bajo la mirada picarona de Jesús Mariñas.
Me disperso, porque siempre me gustó Mariñas. Tengo que reconocer que cuando lo conocí, sentí que conocía a uno de mis referentes. Compartimos muchas presentaciones. Iba acompañado de su fotógrafo, Elio Valderrama, el cubano que luego se convirtió en su marido y que ahora lo cuida en el hospital.
Era, es uno de los grandes, junto a Calabuig, Carmen Rigalt, Amilibia,… había muchos y buenos cronistas en Tiempo, Época, Interviu,… Los periódicos también tenían su columnista de corazón de referencia. Tico Medina o Peñafiel no eran tan ácidos. Mariñas no decía eso de que él era más valioso por lo que calla, que por lo que cuenta, como Peñafiel. Todos los famosos de los últimos 40 años lo saben. Era temida la libreta de Mariñas.
Ironizaba y le sacaba punta a su favor a todo. Quizá a lo que más filón le sacó fue al puñetazo que le dio Cela en Marbella. El escritor se acababa de casar con Marina Castaño y eran carnaza para las páginas del corazón de los periódicos y semanarios de verano, que en los meses estivales siempre aumentaban la tirada por estas historias de vísceras y calentones veraniego.
Mariñas escribió algo sobre la suegra de Cela que quiso vender la exclusiva de la boda y el premio Nobel se lo impidió. Esto no gustó al escritor de La Colmena y cuando tuvo ocasión se lo hizo saber a Mariñas. A la semana siguiente, la columna de Mariñas llevaba por título: La mano que escribió ‘La familia de Pascual Duarte’ acarició mi rostro. Lo dicho: Ironizaba y le sacaba punta a su favor a todo.
Una pronta recuperación, maestro. Por eso, me da pena verle así, postrado.
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