[dropcap]C[/dropcap]omo concepto es una gran idea. Un lugar de atención al público, o al ciudadano donde se resuelven prácticamente todas las cuestiones relativas a nuestra relación con la administración pública. Permisos, trámites, pagos, impuestos, subvenciones y ayudas, etc.
Criticamos a nuestros sabios administradores y representantes cuando al menos uno de ellos y después los demás, han tenido tan genial e imposible idea. Algo antinatural por donde quiera que se mire y que además no suele ser un cristal encastrado en una pared. Ahí sí nos mienten.
No existe tal sitio. No hay forma de encontrar un lugar en el que se puedan resolver todas nuestras dudas, donde conseguir toda información válida y relevante o donde nos sea indicado que es lo que hay que hacer a continuación para toda cuestión en cuestión. Ni existirá.
Cada cosa requiere su ventanilla correspondiente. Un roce en el trabajo requiere cita con el ser rozado o con un superior. Uno con la pareja, con la pareja o con un abogado. Un pinchazo en el coche, con un gato y una llave de tuercas y luego con un taller. Y así.
A veces, muchas, no terminamos de entender algo que parece tan sencillo. Un momento de enfado o estrés, vomita un estímulo hacia lo primero que nos crucemos. Ante un susto económico acudimos en busca del aumento. Ante una crisis sentimental, una crisis total.
No. No hay una ventanilla donde poner solución a todo. De hecho no hay ventanillas solucionadoras. Sí informativas, tramitadoras, facilitadoras. Pero nada mejora a través del cristal excepto la vista, un buen vino o un fino licor. Buenas compañías pero nunca respuestas.
Las respuestas no surgen en los sitios ni en los tiempos. Tienen raíces, pero no se arraigan al suelo. Crecen y se hacen más evidentes, pero no al ritmo del reloj, sino de la reflexión y la crítica. Únicamente a continuación de una pregunta. O dos. O tres. ¿Unos ejemplos?
¿Qué es lo que sucede en realidad? ¿Qué he intentado para resolverlo? ¿Lo solucioné? ¿Alguna otra brillante idea con la que probar?
Tampoco va a ser, evidentemente, preguntar y ya, sería demasiado fácil. Pongámosle velas, bajemos la luz, busquemos la ambientación adecuada, la cita lo merece. Saquemos el cristal, ahora sí, el de los ojos, el de los labios.
Mantén la calma. Escucha, entiende. Encuentra las micras positivas de los macros negativos para empezar a sumar. Que tu lengua sea seda, hables contigo o con otros, el tacto siempre importa, el problema no suele ser quién sino qué. Si te gustan las culpas, busca las tuyas, encontrar las de los demás no ayuda en nada, pero olvídate del látigo. Recuerda que puedes atrasar la hora en el reloj pero no el tiempo y el futuro es lo único que está a punto de pasar.
Ahora sí. Un sorbo.