Han bastado unos días de lluvia primaveral para devolver al Cerro de San Vicente casi su antiguo aspecto, salvo por los mamotretos de madera que han instalado a modo de pérgolas inútiles.
El Cerro fue inaugurado hace varias semanas por el alcalde, “para disfrute de todos los salmantinos”; pero permanece cerrado y solo se puede entrar mediante visitas concertadas. El resultado: que casi ningún salmantino lo ha podido visitar. En este tiempo apenas hemos visto unas decenas de personas en el parque.
Así lo denuncia el Comité Antinuclear y Ecologista de Salamanca, que añade que «a los ecologistas nos encanta la naturaleza, por eso, que haya pequeñas islas naturales en la ciudad nos parece fantástico: sin, prácticamente, ningún coste de mantenimiento, biodiversidad máxima. Por eso no nos preocupa que las hierbas silvestres invadan la ladera del Cerro. Con esto no queremos decir que el abandono debiera ser absoluto, estando dentro de una ciudad, es necesaria una limpieza de latas, plásticos y botellas, desgraciadamente omnipresentes», indican.
«A pesar del agresivo proyecto del alcalde, la naturaleza, en un “despiste” de aquel, se ha apoderado del espacio: en muy pocas semanas de abandono la vegetación espontánea ha invadido el Cerro devolviéndole en parte su antiguo aspecto», agregan.
Un lugar convertido -cuando sieguen la hierba otra vez-, «en un parque anodino, ordenado, domesticado y simplón frente a la singularidad anterior; pero más pobre en biodiversidad por culpa del enorme movimiento de tierras, maquinaria y material de construcción en toda la ladera para transformar un lugar de difícil acceso (de ahí el origen de la ciudad) en todo lo contrario, cargándose de paso, el contexto del Patrimonio Histórico«, explican.
«¡Con lo bien que hubiera quedado un simple mirador en el extremo del Cerro, cul-de-sac, con vistas al Tormes y el Cerro de las Catedrales! Pero eso no vale, hay que ir a obras caras y cuánto más caras, mejor», concluyen.