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Opinión

El CNI y el Sahara, más que tela para un traje

Paz Esteban, directora del CNI. Fotografía. Ministerio de Defensa.

[dropcap]N[/dropcap]i el Gila de los mejores tiempos superaría la actuación cómico-político-bochornosa de este vodevil que nos están montando, en la corrala nacional, el gobierno variopinto y sus compis atolondrados de pupitre.

El guión, como comedia, retrata este tiempo que eleva a los altares del cachondeo a tanto político indocto que vive (imagino) descojonándose de la inmensa mayoría silenciosa que paga un pastamen bestial para satisfacer tanta nómina inservible.

Lo del espionaje y el CNI demuestra que lo de meter la zorra en el corral de la pollería es posible cuando el patrono del gallinero, por encima de todo es eso, amo y señor de un país donde la bicoca moncloína tasa conveniencias, dislates y todo tipo de majaderías gubernativas, ante una oposición penosa que pierde el tiempo en demostrar quién está más a la derecha de la derecha.

Que tengan acceso al baúl del secretismo patrio del estado de derecho, quienes fardan de promover el deseo de dinamitarlo, es para tragarse un botón y orinar a cuatro chorros.Ostras tú, que no es broma el hecho de que los que viven para bombardear la Constitución, entran en la sala del cofre de los secretos, invitados por quien tiene la obligación de proteger lo que se entiende que existe para guardar la viña del interés común.

El circo que nos han ensamblado sobre el páramo de las discordias, quizás sea solo humo para tapar el desastre que se cierne como una polvareda invisible sobre este país. País grande, pero con estridencias que recuerdan una pobre orquestilla de zambomba y pandereta.

Me pregunto qué se pensará de España en los corrillos de los foros internacionales, cuando el ínclito e irrepetible doctor Sánchez se da la vuelta para tornar al puzle que tiene montado a medias sobre las mesas separatistas.

La izquierda que se autodenominaba anti casta, sigue divagando entre la abolición de los pedos de las vacas y los chuletones de kilo y medio, sin enterarse que Sánchez y toda la camarilla de ministros y barrigas agradecidas le han pegado un navajazo cochinero al pueblo saharaui en un más que oscuro e indecente regalo al mandas marroquí.

¿Dónde están las dimisiones del izquierdismo que tanto cacarea desde las poltronas ministeriales?

La paga es la paga y la casta, tan criticada en los recientes tiempos de las acampadas callejeras, ha pasado a formar parte del tinglado que bebe y alimenta egos y horizontes personales que no aparecían ni en los sueños más surrealistas de tanto izquierdista domesticado.

Con el Sahara en la chepa (pesando como una losa) tengo claro que Pedro Sánchez y su cuadrilla han roto para siempre algo de lo poco que nos quedaba como identidad a quienes nos sentimos definitivamente traicionados.

 

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