Le encanta el cine de los años 40 y 50, Welles, Buñuel, Wilder, Fellini… y sus fotografías reflejan esa cadencia y misterio que sorprende al espectador por lo mucho que cuenta una imagen
Pablo, ¿cuánta imaginación coge en una fotografía?
En mi caso, el 100% es imaginación, porque voy buscando el momento, sin pensar la foto. Me gusta crear algo rápido, de lo que ve. No está meditado.
¿En qué se inspira?
Depende del estado anímico que tenga. Siempre voy con la cámara, pero no siempre la saco de la bolsa.
¿Por qué los cementerios?
También me lo pregunto yo. Tuve un cáncer de colón hace un año y me recomendaron que anduviera. Iba a las Arribes, a la Sierra y caminaba y si vas por los pueblos, te terminas encontrando con el cementerio y saqué la cámara y capté imágenes. Comencé a publicar las fotos en mi red social y Francisco Blanco, director del Instituto de Identidades, se fijó en ellas y me propuso hacer una exposición de cementerios. Acepté.
¿Cuál fue la primera fotografía?
La que abre la exposición. Es el cementerio de La Encina. Estaba de paseo y enseguida vi la composición, donde se puede relatar con una sola imagen el vínculo entre el cielo y la tierra. Es la fachada del cementerio y un 90% cielo.
¿Es difícil contar una historia en una sola imagen?
Mi intención no es contar historias. No tengo esas pretensiones. En el caso del cementerio de La Encina, fue casualidad.
¿Sigue algún método?
Tiene mucho de amor a lo que estás haciendo, depende de la intención que tengas. Hay fotos rápidas y sencillas. También se puede utilizar la técnica del ombligo, te paras y disparas a ver que resulta o poner un trípode y buscas una composición determinada.
¿Cuál es la que le gusta a usted?
A mí me gusta más la foto que me sorprenda, que no sepa lo que voy a hacer ese día, aunque claro dependerá de la luz con la que me encuentre. No soy un purista, soy un aficionado a la fotografía.
¿Cuándo comenzó a hacer fotos?
Hace cinco años. Tengo una amiga, Belén Rodríguez, que me prestó una cámara y juntos abrimos un blog. Los primeros dos años hacía fotos todos los días, después me compré una cámara y ahora la fotografía me ha llenado espacios de soledad. Además, me ha permitido abrir nuevas puertas y conocer a personas estupendas.
¿Quién hace la fotografía, la cámara o el ojo del fotógrafo?
En mi caso, voy buscando algo que me gusta. Creo que en mis fotos, salvando las distancias, hay mucho de la fotografía del cine clásico, como el de Orson Welles, por ejemplo. Cuando me salgo de ese estilo, me siento incómodo. Quizá por eso me sienta más a gusto cuando trabajo en blanco y negro, el color distrae mucho. El blanco y negro me facilita lo que yo quiero que vean. ‘Obligo’ al espectador a que vea lo que yo he querido reflejar. Y contestando a la pregunta, la cámara te da una parte, pero yo creo que la edición de la fotografía también es fundamental en el resultado final, en lo que ve el espectador, que es realmente lo que a mí me interesa.