[dropcap]L[/dropcap]a asistencia sanitaria de este país se basa en dos niveles asistenciales diferentes pero complementarios: la atención primaria y la atención especializada. Ya los nombres inducen a confusión, puesto que la denominada atención primaria es prestada también por médicos especialistas, que son los médicos de familia. La atención primaria, esa que le atiende a usted en los centros de salud o en los consultorios rurales, es la base que sostiene el sistema sanitario español tal y como lo conocemos.
Durante la última década se ha deteriorado la calidad de la asistencia sanitaria en todos los niveles asistenciales pero, especialmente en la atención primaria, y ello sucede por tres razones fundamentales: la primera de todas es el recorte del presupuesto sanitario que ha conllevado una disminución del número de médicos de familia que se contratan, la segunda son las malas condiciones profesionales que hacen que muchos médicos la abandonen y la tercera el incremento desmesurado de la demanda asistencial. De las dos primeras la responsable principal es la administración sanitaria, de la tercera son responsables los ciudadanos que saturan los centros de salud por motivos injustificados (igual que sucede con las urgencias).
La situación es tal que, si ahora mismo existen serios problemas para garantizar la atención sanitaria, el futuro inmediato será aún mucho peor. La convocatoria de plazas de formación para médicos de familia deja vacantes que podrían ocuparse, lo que unido a la tasa de abandono voluntario y las jubilaciones que se van a producir en los próximos años pintan un panorama ensombrecedor. La sensación que trasluce la prensa médica especializada y que cunde en las RRSS es la de que estamos en una sensación de “sálvese quien pueda” que se aproxima mucho a un punto de irreversibilidad.
Esta situación no es abordada por las autoridades responsables de su gestión y lo que resulta incomprensible es que conociendo perfectamente cual es el problema no tomen urgentemente las medidas que podrían ayudar, cuando menos, a parar el deterioro y posteriormente a regenerar el sistema sanitario.
Todo pasa por dos cuestiones complementarias e imprescindibles: aumentar considerablemente el dinero dedicado a la sanidad y realizar una gestión transparente, eficaz y eficiente de la inversión. ¿Cómo es posible que no exista un PERTE de mejora del sistema sanitario cuando hasta Europa llama la atención a España por la situación actual y la que se avecina?
Junto a todo ello es imprescindible poner en marcha un cambio inmediato de la política de recursos humanos de SACyL que haga atractivo para los médicos que terminan la especialidad quedarse en esta región. Todo lo que no sea eso no resolverá el problema y más aún, ni siquiera lo paliará.
Los médicos de familia no solo se sienten incomprendidos y abandonados a su suerte por su empresa, sino que se sienten maltratados desde el primer momento que se incorporan al sistema sanitario como especialistas en formación, sensación que aumenta a medida que se integran en el propio sistema sanitario.
La administración sanitaria está sucumbiendo a dos tentaciones que son dos errores mayúsculos: la contratación de médicos extracomunitarios, a quienes se les ofrecen unas condiciones de trabajo que se niegan a quienes se forman aquí, y la privatización sanitaria.
En relación con la primera de las medidas hay que señalar que sin médicos de familia cualificados no habrá asistencia sanitaria eficiente y de calidad. Los ciudadanos tenemos derecho a que nos atiendan esos profesionales con alta cualificación que se han formado aquí y que se van a otros países europeos donde se les paga y se les respeta.
En relación con la segunda medida, la privatización sanitaria, se está favoreciendo mediante conciertos de derivación de pacientes e incentivando que quien pueda pagarlo contrate pólizas de aseguramiento privado. Esta política es un error mayúsculo puesto que en la mayoría de las ocasiones la medicina privada basa su rentabilidad en derivar a la sanidad pública los procesos asistenciales que tienen un coste elevado. Todos los médicos vivimos estas derivaciones escandalosas a diario y, salvo denunciarlas, no podemos hacer nada.
A estas alturas no vamos a ser inocentes y pensar que todo esto sucede por causalidad. El deterioro del sistema sanitario público responde a un plan perfectamente establecido que tiene como fin último transferir al sector privado áreas de negocio rentables, tal y como se ha hecho anteriormente con otros sectores productivos como la electricidad, y que afecta también a sectores esenciales para la vida de las personas como la educación o la vivienda. La sanidad no va a ser menos y para conseguirlo existe una hoja de ruta que pasa por el deterioro y deslegitimación de la sanidad pública.
Los ciudadanos debemos ser los más interesados en que la sanidad pública recupere los niveles de calidad que llegó a tener hace algún tiempo y ello solo será posible si tomamos conciencia de lo que está sucediendo, por que sucede, a quien beneficia y a quien perjudica. Por resumirlo de una forma gráfica, tenemos que conseguir que cuando accedemos a un sistema sanitario sea suficiente enseñar la tarjeta sanitaria y evitar que lo que se nos solicite sea la tarjeta VISA, como sucede en numerosos países europeos y en los EEUU, por ejemplo.
Como ciudadanos tenemos que entender que esto puede suceder. No podemos dejar que un asunto de tanta importancia para nuestra salud, la de nuestros hijos y la de nuestros nietos se pierda impunemente, al menos sin luchar por defenderla en la calle y ejerciendo un voto responsable en las elecciones. Piense bien a quien vota. Un partido como VOX ya ha dicho públicamente que hay que limitar la sanidad gratuita y universal, otros no se atreven a decirlo, pero sus hechos se encaminan en la misma dirección. Recuerde: la sanidad pública no se vende, se defiende.