[dropcap]S[/dropcap]in hache, nada que ver con las piedras con papel de señal que descansando en el suelo marcan una línea invisible o una dirección. Nada que ver con esos acontecimientos puntuales que marcan un momento significativo en un proceso de tiempo o en la vida de cualquier cualquiera.
-ito, con un guion delante que ejerce de vínculo para hacerlo todo más pequeño. El hermanito del hermano, el amorcito del amor, el gordito del… Ah, no, ahí no vale, si eres gordito te sobran kilos, si eres gordi, es que alguien con hiperglucemia emocional te quiere (ojo, quizá a su lado, así que se quiere más a sí que a ti).
Nos hemos habituado a convivir con el concepto de “ofendidito”. Un poco caduco a estas alturas ya, ¿verdad? No nos viene a la cabeza un señor de metro noventa y ciento siete kilos, ¿otra verdad? La imagen que se nos viene a la mente es la del pañal y moco aventurero que sigue la gravedad, los dos incipientes incisivos abriéndose camino a través de la sufrida encía.
Por eso funciona su faltosa intención. Aniñar es quitar relevancia. – No te comportes como un crío, por favor. ¡Mec! Error. Compórtate como un crío tantas veces como puedas jugar, es algo muy adulto, aunque sí, en muchos momentos es solo una frivolidad.
No me gusta el término, como habrás podido suponer. No existen los ofendiditos, son los padres, los Reyes Magos, Pérez el ratón. Unos dicen que son los otros, los otros, en cambio, dicen exactamente lo mismo de los unos, al final, siempre empate a uno, juicio nulo y cada uno a su casa con moratones y sin victoria. Costumbres criadas.
No me gusta porque las palabras, los términos, las acepciones tienden a popularizarse y con un uso excesivo deja de tener valor, como el querer. Quererlo todo conduce a que no sepamos lo que queremos, que todo dé más o menos igual. Seamos selectivos. No aniñemos.
Y seamos menos importantes. Que no lo somos. No. Somos nada importantes excepto para unos pocos. ¿Sabes y te importa por lo que está pasando quien vive en el quinto E del edificio de ladrillo que está en la esquina de la calle que sale de la Plaza Mayor, dirección norte? ¿Es hombre o mujer? ¿Hay 5º E? ¿Es de ladrillo? ¿Hay una calle que vaya hacia el Norte?
Propongo un basta de jugar con lo serio y teñir con seriedad lo que no es más que un juego. Aumentar la resistencia de la propia epidermis y dejarse de alfileres con las de los demás, cancelar la cita con el ego que escupe crítica y esconde la mano, de pedir y no ofrecer, de encontrar la grieta para tumbar el verbo enfrentado en lugar de construir puentes como respuestas. De exigir que pasen cosas en lugar de ayudar a que sucedan.
¡Que baje del pedestal el quiero! Que asome el cauteloso ¿qué puedo?