Opinión

Río 92/14

[dropcap]T[/dropcap]odos los que se preocupan del Planeta Tierra saben perfectamente que en 1992 se celebró la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, la ciudad que tiene la fachada marítima más impresionante del mundo.

Entonces -que no voy a decir enumerando a Cervantes en su referencia a Lepanto de que «fue la más alta ocasión que vieron y verán los siglos»-, se aprobó la Convención Marco sobre Cambio Climático, de la que luego se derivaría el Protocolo de Kioto, que entró en vigor en 2005.

Desde 1992 habré recalado en Río de Janeiro tres o cuatro veces. Y la última ha sido hace tres semanas con ocasión del Congreso de Ingeniería Fidic, que presidió nuestro compatriota Pablo Bueno, presidente ejecutivo de Typsa. Y precisamente con el patrocinio de la citada empresa, expuse mis ideas sobre calentamiento global y cambio climático hoy.

[pull_quote_left]La conciencia ecológica está muy lejos de haber calado lo suficiente para calibrar el problema con que se enfrenta nuestra maltratada biosfera[/pull_quote_left]La impresión que he extraído del referido viaje a Brasil, es que la conciencia ecológica está muy lejos de haber calado lo suficiente para calibrar el problema con que se enfrenta nuestra maltratada biosfera; que acoge a la especie más depredadora imaginable que llamamos humanidad.

La futura convención o protocolo que pudiera alcanzarse en París en 2015 está lejos de ser algo seguro y cierto. Y así lo dije en Río: las crisis políticas del tipo de ucrania/Rusia – con las consiguientes interferencias previas y consiguientes de Estados Unidos y la Unión Europea-, las confrontaciones en el Mar de la China Meridional que están provocando el rearme en el Océano Pacífico, las inquietudes económicas que floran con la desaceleración que se aprecia en la Unión Europea, China y otras partes del mundo, etc., todo eso puede hacer que «se deje para mañana» la configuración e instrumentación de los acuerdos de París, si es que llegan a producirse.

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