Normalmente, dedicamos mucho tiempo a explicar qué es una relación disfuncional o también conocida como “tóxica”, término que no me gusta mucho.
Es muy importante saber identificar banderas rojas y comportamientos que no debemos aceptar. Pero apenas se habla de lo que es una relación sana, que también las hay, aunque nos parezca mentira.
Nos han vendido el amor romántico y el flechazo como “lo que debemos sentir”. Vamos buscando ese subidón en el que no sabemos muy bien ni qué hacemos ni a dónde vamos. Y esto a veces ocurre (sobre todo en relaciones más inmaduras) pero a veces no, y está igual de bien. Es decir, cuando aparece esa sensación de “flechazo” es porque estamos generando expectativas irracionales sobre la otra persona, es decir, es una etapa de idealización.
Pero en la mayoría de ocasiones, no sentimos ese flechazo, sino que vamos conociendo a alguien poco a poco, y la ilusión va apareciendo a medida que nos van gustando más aspectos. Y esta sería una etapa a la que llamamos enamoramiento y que no dura siempre, y tiene que ser así, puesto que al principio no conocemos nada de la otra persona, todo es novedad, todo es ilusión y casi todo nos parece bien.
Una vez finalizada la etapa de enamoramiento, comienza una etapa más tranquila, en la que el proceso de adaptación será el protagonista.
Yo siempre digo que el hecho de que dos personas se encuentren en el amor y trabajen por la relación es casi un milagro, porque es muy difícil. Hay que tener en cuenta que cada uno venimos con nuestras mochilas de casa, nuestros patrones de repetición inconscientes, nuestra idea de lo que tiene que ser una pareja, nuestro proyecto de vida, nuestras necesidades, nuestro estilo de apego… y que dos personas cuadren y hagan por entenderse en todo este proceso es casi milagroso.
Es en este momento de adaptación en el que comienza la relación real. Cuando todas las emociones se han relajado y tenemos más o menos una rutina. Esa rutina de la que algunas personas huyen porque piensan que se ha acabado “la chispa”, es la clave de una relación sana.
Una relación sana se basa en la tranquilidad, no en una montaña rusa de emociones.
Una relación sana SE CONSTRUYE, no nace de la nada, y requiere una inversión muy importante de tiempo y recursos psico emocionales. Esto quiere decir, que no viene sola, que no basta con decir, con esta persona estoy bien y cruzarse de brazos.
La relación ha de ser un refugio, ha de ser la guarida en la que sentirnos seguros y en calma, y para conseguir eso, hay que hablar mucho, tener mucha empatía, y algo que no todo el mundo está dispuesto a hacer, RENUNCIAS.
Sí, hablo de renuncias, porque ya no eres una persona sola, sino que vas en equipo, y vas a tener que tener en cuenta las necesidades de otra persona.
En las relaciones sanas, existe muchísima comunicación, y como decía, es un proceso de adaptación constante.
En las relaciones sanas, prima buscar la felicidad de la otra persona (sin olvidar la nuestra, por supuesto), pero cuando hay amor, queremos que nuestra pareja por encima de todo esté bien y sea feliz.
En las relaciones sanas, hay admiración por la pareja, se está orgulloso de nuestro compañero o compañera, no hay una lucha por ver quién es más o quién lleva razón.
Y algo sumamente importante, en las relaciones sanas, hay un PROYECTO COMÚN, es decir, ambas personas van al unísono en el plan de vida o hacen por ello. Dos personas pueden quererse mucho y muy bien, pero si el plan de vida de uno de ellos es irse a recorrer el mundo y el de la otra persona vivir tranquilo en un pequeño pueblo, la renuncia puede llegar a ser demasiado importante. No es imposible, pero si muchísimo más complicado.
Como conclusión decir que la relación se va construyendo, ladrillo a ladrillo, día a día y que no vale acomodarse, es un trabajo constante de cuidado en todas las esferas, tanto emocional, como física, como conductual como psicológica.
En nuestro centro somos especialistas en parejas, puedes consultarnos