Me reconozco defensor de la idea de que caos y libertad comparten al menos a uno de sus padres. No lo tengo aun claro del todo pero apuesto a que es la mitad masculina, generalizando, por su versión menos cuidadora.
La alternativa opuesta podrá defender que son versiones totalmente enfrentadas, ya que la libertad tiene conejos con algodón en lugar de piel que saltan entre coloridas florecillas que pintan un primaveral prado coronado por un arco iris, mientras que el caos, por su parte, podría ser representado como un escenario post apocalíptico con edificios derruidos y cielos llenos de nubarrones que esconden tras de sí el fuego de la extinción.
En mi opinión, ni una cosa ni la otra. En mi opinión, depende de nuestra idea de control. La libertad absoluta es imposible y el caos y el libre albedrío no escapan a un orden establecido, aunque se reduzca al “en cualquier momento puede acontecer cualquier cosa”. Otro asunto es que nos agrade.
Ya he mencionado algo que nos gusta y mucho. El control. Una realidad más deseable que accesible. ¿No tener el control significa no tener ningún control? No rotundo. Quizá no sea más que una cuestión de actitud. ¿Tiene acaso alguien el control total sobre algo, por pequeño que sea, más allá de una breve fracción de tiempo? Podemos buscar entre todos los personajes históricos que se nos vengan a la cabeza. Cualquiera que se te ocurra, de tenerlo, sería parcial y temporal. Que sirva como mensaje positivo.
Nosotros, humanos pequeños de andar por casa, nos equivocamos si aspiramos a controlar (del todo) una situación cualquiera. Son tantos los factores que pueden influir en una decisión por absurda que pueda llegar a ser, que el máximo sensato sería un “voy a hacer tal lo mejor posible, a ver qué tal queda”.
Casi nunca estamos preparados para hacer cualquier cosa que estemos a punto de hacer por primera vez. Siempre nos va a faltar el conocimiento que concede la práctica. No tendremos la respuesta de los demás hasta que enviemos el estímulo, por muy estudiada que esté la estrategia. Siempre puede aparecer un inofensivo conejo que ha decidido dejar de saltar entre las coloridas flores que salpican el prado coronado por un arco iris para curiosear el asfalto de esa curva que hemos tomado cientos de veces. El susto no te lo quitará nadie. No es caos. Es un conejo que ha decidido en libertad…
Por eso, valdría como axioma decir que es seguro que la próxima vez lo haré mejor. Ya sabré lo que ha funcionado y lo que no, lo haré en menos tiempo, me costará menos esfuerzo, me surgirán ideas accesorias que solo pueden darse cuando lo básico ya se sujeta y después de añadir decorados producidos por el afán y la euforia, volveré a replantearnos lo básico. Que será algo parecido a la reflexión que aporta estudiar un proceso en lugar de un punto estático.
Empieza. Ya lo harás mejor.