[dropcap]E[/dropcap]n una sociedad llena de promesas incumplidas por la mayoría, que una promesa se cumpla es de extrañar y de celebrar por supuesto.
Quizás porque la hoja de ruta que marcó mi vida me enseñó a desconfiar de grandes cosas y si a celebrar los éxitos de mis amigos y compañeros y las pequeñas cosas logradas con esfuerzo personal, me hubiera gustado que esta promesa no fuera incompleta y fuera de lugar.
Me queda claro que la figura del coordinador de Bienestar prometido a los centros educativos en septiembre no es más que un cursillo de unas horas como mucho para alguno de los que ya forman plantilla y un parche que pretende que en ”boca cerrada no entren moscas“. No generalizaré, nunca me gusto hacerlo, y sé que en algunos sitios las cosas se harán como deben o como les dejen, pero al menos habrá intención.
Una de cal y otra de arena, como tantas cosas que suceden a diario en este mundillo de promesas a medias, de salidas de tono y de prioridades que a la hora de la verdad, no son tales.
Juez y parte una vez más, aunque eso que dicen que mueve montañas y a veces funciona. Nos hiciera soñar por momentos. Está claro que la única promesa que se cumplirá, tal y como debe ser, es esa canción de dicho mozo asturiano que suena de vez en cuando al caer la noche, para seguir trabajando, mientras la mente se evade y los ojos se cierran buscando ese escape que te da la música.
Es difícil cambiar algo, si siempre se hace lo mismo, pero cuando existen intenciones, claramente se ven y les aseguro que la evidencia es evidencia en muchas ocasiones.
Como evidente sigue siendo, lo que cuesta la vida de menores acosados en nuestro país, con una sentencia de diez años, a una persona adulta, que provocó el suicidio de un menor acosándolo mediante WhatsApp. Incluso después de fallecido, sabiendo la angustia y conociendo la alta probabilidad de que el adolescente acabara quitándose la vida, pero, aun así, según la sentencia, no se contempla la agravante de superioridad que sí vio el jurado que lo declaró culpable.
Cuando hay acoso, siempre hay superioridad o eso nos dice los propios protocolos y la triste experiencia de una larga lista que no deja, ni dejará de crecer, hasta que la vergüenza cambie de lado, como dijo el presidente Macron.
Es evidente que, en este país, muchas de las cosas no funcionan. Sin embargo, seguimos entretenidos con señuelos, mirando para otro lado dejando que este paseo, que es la vida, se mueva hacia el lado en que todas estas miserias no nos toquen a nosotros y nos salpique una realidad que no interesa y que vuelve año tras año para recordar que nunca se fue.