Rachele Valle es una estudiante italiana que ha pasado unas semanas en Salamanca. Su español es casi perfecto, al igual que su acento, fruto del estudio y de ver series como Élite y La casa de papel
Durante su estancia en Salamanca, Rachele le pidió a su profesora Sandra, que buscara un periódico para hablar del oficio de periodista. Sandra se puso en contacto con La Crónica de Salamanca y durante una tarde, preguntó todo lo que le interesaba. Antes de irse, le pedimos que nos contará cómo había sido su experiencia y este es el viaje de Rachele…
Preparé la maleta, cerré la puerta de mi casa, le di un abrazo a mi madre y cogí un avión. ¿El destino? España, naturalmente. Más precisamente, una ciudad llena de historia, tradiciones y leyendas: Salamanca.
Me llamo Rachele Valle, tengo diecisiete años y vivo en el norte de Italia, en Loano, un pequeño pueblo que se encuentra en la región de Liguria, entre Génova y la frontera con Francia.
Cuando me dijeron que, después de dos años de pandemia, iban a empezar a proponer unos viajes al extranjero, decidí apuntarme sin pensarlo dos veces.
De hecho, el español es, desde siempre, mi idioma favorito. Además, uno de los objetivos que quiero alcanzar a lo largo de la vida es trabajar como periodista en España y, durante estos días, he comprendido que quiero seguir por este camino.
El viaje de estudio fue organizado por mi instituto, el Liceo Giordano Bruno, de Albenga, y mi estancia duró casi quince días, del 4 al 17 de Septiembre.
Para practicar el español y seguir ampliando mi conocimiento de la lengua, asistí a las clases de la escuela de idiomas Enforex Don Quijote, donde conocí a estudiantes de todo el mundo y profesoras que se quedarán en mi corazón para siempre.
El horario, de 9.00 a 14.00 horas, incluía clases de gramática y conversación, durante las que estuvimos hablando sobre muchos temas diferentes.
Por las tardes, el programa incluía visitas guiadas y rutas literarias por las calles de la ciudad. De esta manera, conseguí aprender muchísimas leyendas, visitar museos, lugares de interés y probar la comida típica ‘charra’, como, por ejemplo, el hornazo del Lunes de Aguas.
Además, entré en la Casa Lis, en el huerto de Calisto y Melibea y visité las dos catedrales: la nueva y la vieja.
Desde el Puente Romano vi el río Tormes y la estatua de Lazarillo y el ciego y el fin de semana tuve la oportunidad de visitar Segovia, Àvila y Madrid, que son tres ciudades preciosas.
Dando mi primer paseo por el casco antiguo, desde la Plaza Mayor hacia la Catedral, me sentía feliz, libre y ‘abrazada’ por los monumentos de la ciudad que visité en los días siguientes, aprovechando también la ‘Jornada de puertas abiertas’.
Subí, por ejemplo, la “Scala Coeli” del edificio de la Clerecía y pude ver la ciudad desde otro punto de vista. Además, visité el museo de la Automoción, la Universidad y la casa donde vivió Miguel de Unamuno, escritor que voy a estudiar durante este último año de Bachillerato Lingüístico.
El jueves 8 de septiembre empezaron las Ferias y Fiestas de Salamanca. Por eso, por la tarde vimos la procesión y la ceremonia de la Ofrenda: lo que más me sorprendió fueron los trajes tradicionales que llevaban las mujeres, llenos de decoraciones y detalles. Fue una ocasión importantísima para aprender algo más sobre la tradición salmantina.
Fueron unos días inolvidables, que me llenaron de emociones y recuerdos diferentes. En Salamanca he encontrado el lugar que estaba buscando para desconectar de mi rutina diaria y enfocarme solamente en hablar español.
Sé que tengo la oportunidad de poder estudiar ahí y no pienso dejarla pasar. Por eso pedí informaciones sobre el grado en periodismo en la Universidad Pontificia, quitando otro objetivo de mi larga lista.
Millones de gracias, Salamanca, esto no es un adiós sino un hasta luego.
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