[dropcap]T[/dropcap]engo envidia de los árboles. De siempre me han atraído y emocionado. En los bosques me quedo contemplándolos: sus ramas, sus colores, el vaivén con el que los acaricia el viento. Y me atraen sobre todo sus troncos. Me abrazo a ellos, los palpo y hasta entablo conversación con algunos. “Nada hay más sagrado, nada es más ejemplar que un árbol fuerte y hermoso…” (Herman Hesse).
Me entusiasman los de hoja perenne que aguantan el envite de las estaciones y el paso del tiempo. Y me encantan los que mudan de hoja en esa especie de muerte y resurrección que les cambia cada año. Callan por las montañas gustando del silencio profundo de la naturaleza y de la tierra. Pero su ser silente es un modo diferente de lanzar palabras y mensajes a los que se atreven a escucharles. Los árboles, agrupados o solitarios, nos transmiten un modo de ser y estar en la vida. Son especie de santuarios, nos predican la originaria ley de lo vital.
Siempre me pregunto por la mano que pudo plantarles o que los cuidó en sus primeros años. Fue un acto espiritual, hizo nacer a un ser vivo con vocación de perennidad. Nos regaló de modo gratuito un sentido existencial. Cuando los bosques se queman perdemos pasado y futuro, nos dejan algo huérfanos. Nos rompen las entrañas y nuestra conexión con la madre naturaleza. “Cuando los árboles se queman dejan un olor a corazón roto en el aire…” (Jodi Thomas)
Están de moda los “baños de bosque”, pero no hace falta salir de las ciudades para encontrar hermosos ejemplares. Elemento fundamental del medio ambiente, el árbol es : imagen de la naturaleza viva que también inunda nuestras calles y barrios. Si cuidamos los árboles estamos cuidando nuestro hogar y nos estamos cuidando a nosotros mismos.
El árbol como lenta y paciente expansión de una semilla, como expresión de calma y tranquilidad en su crecimiento, nos va enseñando a aceptar los ritmos y etapas de nuestras personas sin estrés y sin prisas- Cualquier árbol nos enseña a aceptar nuestro lugar en el mundo y a ser felices. “Aprender del bosque para vivir es llegar al nivel más alto al que un ser humano puede aspirar…” (V. Shiva)
Seguro que cada uno conserva la imagen de algún gran árbol que le acompañó en alguna etapa de su vida anterior. Yo conservo la memoria de una gran morera que mis abuelos tenían en su huerto, a su sombra jugábamos, hablábamos, dormíamos…ella presidió aquellos felices años y aún se me aparece en sueños alguna que otra vez. Ni mis abuelos ni la morera existen ya, pero su belleza y su influencia permanecen aún en mi. Son parte de mi patria.
No hay mayor actitud de confianza en el ser humano y de esperanza en la dignidad del mundo y de la vida que la conocida frase de Martin L. King que tanto me gusta repetir: “Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía plantaría un árbol…”.