[dropcap]N[/dropcap]ancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, visita Taiwán desafiando a Pekín. La respuesta china se canalizó inmediatamente a través de las mayores maniobras militares de su historia en torno a Taiwán, con lo cual se bloqueó la isla.
Ante la llegada de la política estadounidense, el rascacielos más alto de Taipéi se iluminó con un mensaje que decía: “La amistad entre Estados Unidos y Taiwán siempre será firme”. Unas semanas después el Departamento de Estado anuncia más de 1.100 millones de dólares en ayuda militar a Taiwán.
La ambigüedad estratégica que ha desarrollado Washington con respecto a Taiwán, pieza central del envolvente cerco estadounidense que rebasa la estrategia de la cadena de islas, hoy se decanta por provocar a Pekín, lo cual, al mismo tiempo, busca recordarle a Moscú que la partida importante se juega inevitablemente en el Indo-Pacífico.
Para la República Popular China, la República de China representa un aviso muy cercano que pone en evidencia tanto su forma de gobierno como la incompleta nación. Además, es un punto esencial para comenzar a dominar realmente los mares comerciales y tecnológicos por su ubicación y sus semiconductores.
Por lo pronto, Pekín, entre otras cosas, intenta circundar el cerco hacia Oceanía, es decir, más allá de la segunda cadena de islas; su acuerdo con las Islas Salomón es el mejor ejemplo de ello.
Cada uno presenta su juego: Moscú plantea la partida con la lógica del ajedrez, utilizando diferentes tácticas para atacar frontalmente; Pekín, por su parte, pretende imitar los medios del wéiqí para rodear al adversario. Mientras tanto, Washington continúa divirtiendo con el Monopoly.
Augusto Manzanal Ciancaglini
Analista geopolítico