Nochevieja en los estudiantes

[dropcap]U[/dropcap]n año más, la juventud de esta ciudad va a ser llevada como corderitos al redil. En el marco incomparable, en la Plaza Mayor, joya heredada del Barroco, en esas paredes se proyectarán con láser las marcas de alcohol que llegarán hasta sus cerebros merced a la cortesía de quienes se benefician de este consumo por sus intereses económicos.

Resulta lamentable ver cómo se involucran todas las estructuras de poder, desde el Ayuntamiento a la Universidad para que las mentes de nuestra juventud se encharquen de alcohol en ese espejismo asumido de que es divertido celebrar una Nochevieja cuando no toca. Otra Nochevieja falsa además de la auténtica porque la auténtica e irrepetible es poco para los que patrocinan este negocio.

¿Qué ha ocurrido para que la juventud universitaria o trabajadora haya dejado de cuestionar los resortes que emplea el poder mara manipularlos? ¿No se dan cuenta de la trampa?

Hemos tragado como sociedad el jarabe de la autosatisfacción, de esta tendencia de hiperconsumo “hedonista” que atonta y adormece nuestra inteligencia. Desde siempre las fuerzas vivas de las ciudades han apoyado cultural y políticamente la parálisis, que nada cambie ni se salga de los márgenes de la sociedad de consumo. Se ejerce la manipulación sin complejos llevando a la juventud hacia el conformismo y hacia la inconsciencia.

Esta juventud, edad del ser humano que solía definirse por la rebeldía contra el poder, no se da cuenta ni quiere preguntarse quienes y por qué los llevan al redil. Es como si hubiera triunfado el gran hermano que mantiene a sus ciudadanos en la jaula alimentándolos con la justa bazofia como para que sientan que deben estar agradecidos a esa mano oscura que los alimenta.

¿Dónde está el espíritu crítico que debiera emanar de la Universidad y de quienes en ella se forman? ¿Qué semillas han sido sembradas en las mentes fértiles de esta juventud que cree que es guay disfrutar de una Nochevieja de borrachera, vómito, orines y resaca?

Aparte del perjuicio de esa noche para los servicios sanitarios de urgencias, los ríos de orines por el casco antiguo de la ciudad y los servicios de limpieza que pagaremos con gusto toda la ciudadanía tendremos que lamentar en el futuro consecuencias que se manifestarán en forma de fracasos personales, alcoholismo y dependencias de las que entonces nadie se hará responsable. Las pobres semillas que sembramos hoy serán las dramáticas cosechas que recogeremos en el futuro y entonces nos preguntaremos por qué.

¿Pasaría algo si como movimiento ciudadano y estudiantil se promoviera la idea de que nadie acudiera a esta convocatoria tan tradicional como truculenta?

¿Despertará la juventud del ensueño en el que les hemos hecho flotar?

No soy optimista, pero ahí están las preguntas a la espera de respuesta.

Por. Roberto Acosta Cordero.