[dropcap]M[/dropcap]is felicitaciones a la empresa que promueve, la granadina ArtiSplendore, y a la empresa que acoge, Catedral de Salamanca. Han inaugurado en Salamanca una exposición de repercusión planetaria. Así lo anuncian los organizadores y unánimemente replican los medios. Como para no estar contentos. Obispo y alcalde lo ratificaron en el preestreno y estreno de la muestra. La publicidad está por toda la ciudad, farolas incluidas, con cartelones bilingües, salvo el título, que aparece únicamente en inglés, la lengua franca de nuestro tiempo. Hemos de admitirlo, la lengua de Shakespeare da un plus, porque “el hombre misterioso” no llama tanto como The Mistery Man y, para una exposición con proyección mundial, da mucho empaque.
Así que todos felices. El Ayuntamiento porque Salamanca recibe una exposición que desde la de Rodin en 2002 no había tenido tanta resonancia; la empresa organizadora, que por cierto es la misma que explota la catedral, satisfecha con la caja que se llena y quienes acogen también contentos porque algo siempre cae. Y los visitantes que en estos primeros días hacen cola, asimismo saldrán convencidos de que los doce euros apoquinados fueron una buena inversión. Algo así como quienes, según contaba mi abuela, entraban a ver “la caraba” en las ferias de posguerra, lo nunca visto hasta entonces. En realidad era una mula medio muerta, inservible para la labor, que ya no podía arar. Pero ninguno reconocía que le habían estafado la perra gorda y el “espectáculo nunca visto” seguía funcionando.
Sinceramente, me alegro de que la exposición funcione y deje dinero en la ciudad y los bolsillos de los implicados. La economía debe moverse, que eso es lo importante. Pero echo en falta que las cosas se pongan un poco en su sitio. No he leído ni una sola línea crítica, aunque ya mi amigo Álex J. G. Montero me anticipa al respecto que su próxima columna de Pasión en Salamanca será incendiaria. Pero, hasta que le leamos, da la impresión de que nadie reflexiona ni se interroga sobre el fondo de la cuestión. Nos limitamos a repetir y repetir sin plantearnos nada más. Y, no sé por qué, a mí esto me recuerda lo de los jarrones chinos, cuando al bueno de Lanzarote unos segovianos avispados estuvieron a punto de colarle un museo oriental con piezas falsificadas. También aquello era el no va más.
El caso es que ha sido inaugurar la exposición y saltar la polémica, aunque la prensa no entre en ello. Juan Manuel Miñarro, imaginero e investigador sindónico, que lleva muchísimos años estudiando el asunto, ha realizado varias imágenes del Cristo que debió ser según la sábana santa. El más conocido es el Cristo de la Hermandad Universitaria de Córdoba, realizado en 2010 y muy comentado en los ámbitos cofrades, aunque el Yacente sindónico de Cabra sea el que más se ajusta al cuerpo que envolvió el sudario de Turín. El doctor Miñarro ha pasado al ataque y no se corta en Facebook, acusando prácticamente a la empresa de apropiación de una idea suya con fines estrictamente mercantiles. Tenga razón o no Miñarro, y personalmente creo que la tiene, lo cierto es que en la exposición la mercadotecnia ha funcionado como nunca, que lo ofrecido no es para tanto y que, al final, cada uno se gasta su dinero en lo que quiere, aunque sea en ver un muñeco de silicona cuyos prototipos existen desde hace varios años. Eso sí, su puesta en escena no tuvo la transcendencia planetaria del hombre misterioso desvelado en el trascoro de la catedral.