¡Qué obsesión la de encontrar el verdadero rostro de Jesús a lo largo de la historia…¡ A ver si era moreno, de raza aria, melena de rizos o pelo suelto, bigote, barba, color de ojos, estatura, peso corporal, de abundantes músculos o más bien gordete… Vanidad de vanidades y perder en tiempo en lo no esencial.
Y apoyándose en la dichosa sabana de Turín (¡qué bien les vino a su catedral la aparición de la “reliquia”…¡) se han dibujado rostros, espaldas, heridas y pasiones de nuestro Señor Jesucristo. Todo basado en que la tela podría ser del siglo I y adjudicándosela enseguida al crucificado…! Con la de miles de crucificados que morían del mismo modo que Jesús…¡ Y con lo limpia que era la Virgen, no iba a lavar ella enseguida aquel lienzo y a colgarlo para que se secara y le diera el sol y el aire…¡ (Si es que hubo lienzo o sábana para envolver al Señor que sus dineros costaría y no estaba María para muchos gastos…)
Símbolos y recursos equivocados para acercarse y reconocer la verdadera figura de Cristo. La verdadera sábana que nos muestra su auténtico retrato es el Evangelio, es su vida y su proyecto, su predicación del Reinado de Dios, su cercanía a los pobres y desvalidos, su pobreza y desasimiento del poder temporal, económico y político. Sus palabras y gestos de cercanía y misericordia. Y sobre todo su nueva presentación del Misterio de Dios-
El cuerpo, el soporte físico, el conjunto de carne, nervios, sentidos, la apariencia y el porte exterior es lo menos significativo para un discípulo de Jesús. Su resurrección (bien entendida) es el paso a otro estado no material ni físico: al tiempo y la estructura de Dios. Si algún día se encontraran restos de un cadáver que nos demostraran que eran del nazareno y se pudiera señalar que eran sus mismísimos huesos, no iría para nada en contra de lo que los cristianos afirmamos al proclamar que Dios resucitó a Jesús. Su palabra y su mensaje seguirían siendo luz y fuerza para nosotros.
Hubo un tiempo en que se pusieron de moda las reliquias (siempre conllevaban abundantes ingresos económicos que dejaban los devotos y peregrinos—) ahora no nos dicen nada y algunas dan miedo o repugnancia. Hoy, con nuestro mundo laico y descreído, no necesitamos sábanas, ni manchas de heridas con sangre, ni trozos de cruces. Ni cuerpos hiperrealistas. Tampoco atraen mucho tantas imágenes de crucificados doloridos y sangrientos, ni tantas piedades dolorosas y con el corazón atravesado de puñales…Todo esto es de otra época.
Hoy descubriremos la verdadera figura del Señor intentando imitarle en sus preferencias por los últimos de la sociedad, trabajando por la justicia y la felicidad de las personas, ayudando a hacer un mundo más humano para todos. Y esto desde una experiencia pascual de vida, de fraternidad, de caminar juntos con todas las personas de buena voluntad.
Ver a un cadáver de silicona (por mas técnicas informáticas que se hayan utilizado apoyadas en una reliquia de dudosa procedencia) no acerca hoy al mensaje de Jesús ni al Misterio de Dios.
Mucho esfuerzo empleado en una sábana. Efímero montaje en una catedral eterna que debería usarse para otros menesteres.
1 comentario en «Sabanitis»
El autor del artículo, en sus consideraciones metafísicas y espirituales, incurre en las mismas contradicciones que los “vivos” con sotana que nos intentan vender un muñeco rodeándolo de misterios y de mensajes crípticos.
Todo en la religión se basa en cuentos, leyendas y vacuas teorías que se han aprovechado durante siglos para mantener amedrentado al pueblo, mientras los frailes hacían de las suyas y se aliaban con los poderosos en contra de los que ellos llaman necesitados. ¡Al infierno con ellos!