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«Soy el mejor acuarelista del siglo XX»

Jerónimo Prieto, pintor salmantino
Jerónimo Prieto, pintor salmantino.
Jerónimo Prieto, pintor salmantino.

Jerónimo Prieto es un zascandil. Durante toda la entrevista no para quieto ni un instante. Enseña bocetos, cuadros, pigmentos… Vuelve a sentarse. Está cinco minutos charlando y decide que quiere que veas otros papeles o lienzos.
Así durante toda la conversación, donde las risas y el sentido del humor se mezclaron con una lección de arte improvisada, de filosofía, de vida o de acuarela. La palabra acuarela sobrevuela toda la charla. Va y viene, habla de la técnica de la acuarela, de los cuadros pintados así, hasta que lo dice: «Soy el mejor acuarelista del siglo XX».

«Los cuadros se pintan en el caballete, pero hay que mirarlos desde aquí. Hay que tener una perspectiva adecuada y es donde ves si hay que quitar esto o lo otro. Eso se hace desde aquí». Este aquí es un sillón que tiene preparado Jerónimo Prieto a unos metros del lienzo que está pintando.

Jerónimo Prieto viendo algunos de sus dibujos.

«No me considero un pintor diferente». Prieto asegura que pinta igual que lo hacían los grandes maestros, con las mismas técnicas. A principios del siglo XIX comenzaron a pintar en el campo, como Van Gogh o los impresionistas franceses. Antes no se había salido al campo con un caballete. Pintar era otra cosa, de tú a tú. Hacer retratos. La única forma de quedar para la posteridad era que alguien te hiciera un retrato. Ahora, la fotografía es una instantánea de segundo. «La pintura de tú a tú lleva días».

Había una segunda forma de pintar que era para la Iglesia. «Era la única que tenía dinero. Luego, si había personas con dinero, coleccionaban cuadros para los palacios, pero eran los menos. Por eso, los pintores nos moríamos de hambre», comenta entre risas Jerónimo Prieto.

Los pintores se siguen muriendo de hambre…
El Greco murió en Toledo a los 72 años y no dejó más que deudas. Yo tengo más que el Greco y muchas más deudas. Solo me queda esperar para morir, pero no tengo intenciones. (Risas)

¿Cuándo se acaban los cuadros?
Eso es otra cuestión muy importante. A mí me gusta pintar. Me lo paso pipa en el caballete dale que te pego. Si no me lo quitan, al final lo estropeo. (Risas) Es muy difícil cortar. Lo que más hago ahora es acuarela.

El cuadro que se puede ver en el portal donde tiene el estudio Jerónimo Prieto.

Una obra de Jerónimo Prieto te recibe de frente nada más entrar en el portal donde tiene el estudio. Hace más de treinta años que está en ese bloque y todos los vecinos entraron a la vez a vivir. En la primera reunión de comunidad, acordaron que había que decorar el portal, Jerónimo Prieto se ofreció a pintar una de las paredes.

¿Sabían que era pintor?
No lo sé. No conocía a nadie.

¡Qué atrevidos!
(Carcajada) Mucho. A mí me pareció asombroso. Le dije que si me dejaban pintar la pared y así lo hicieron. Seguro que pensaron: ‘el caso es que haya algo ahí’. Empecé a pintar y en un par de días lo hice. Los vecinos estaban muy contentos. Uno de ellos era muy recto, una vez que vio el cuadro dijo: ‘Esto que no lo toque nadie y habrá que tener cuidado con los niños’. Les dije que no se preocuparan por los niños. Les di un pincel para que pintara las piedras, enseguida se cansaron y se fueron a jugar, pero ya quedó como que la obra era suya. No lo ha tocado nadie. Se conserva fenomenal. No solo lo hice gratis, además puse la pintura.(Risas)

Revalorizó el portal.
Eso sí. Creo que con el tiempo, porque merece la pena.

Jerónimo Prieto.

Jerónimo, ¿la inspiración nos tiene que encontrar trabajando?
La inspiración es interesante que venga cuando venga, pero a la inspiración hay que ir a buscarla. Los pintores, porque lo de artista es muy sagrado. ¿Sabes qué significa artista?

No.
El artista es el que enseña a los demás el camino de Dios. Y eso es muy gordo. Eso es muy serio. Jamás me he llamado artista, soy un pintamonas. Pintar es una cosa, artista es una cosa muy seria. Volviendo a la inspiración, hay que ir a buscarla. Lo más interesante de alguien que pinta o escribe es que tiene que ir a buscarlo. El cuadro nace en el subconsciente, que está siempre constante, pero realmente lo encuentras cuando cansas al consciente.

Explíquese.
Cuando tienes sueño y estás a punto de dormirte, en esa parte entre el sueño y la vigilia, es donde aflora el subconsciente y es donde aparecen los sueños, los verdaderos descubrimientos. Es el momento en el que aparece la inspiración. Normalmente, se suele utilizar para tomar apuntes o guardar notas, porque si no lo anotas, se olvidan. Es casi como una foto. ¿La inspiración? Hay que ir a buscarla.

¿Cómo la buscas?
En mi caso, encontré la fórmula de inspiración. Tengo un ‘cacharro’ tipo proyector de diapositivas que realizó yo mismo. Son unas transparencia pintadas. Son muy interesantes porque es como si vieras las manchas de los psicólogos. Es una forma de provocar al subconsciente. Encuentras infinidad de cosas. Depende de cómo tengas el día, ves unas imágenes y otras. Luego empiezas a dibujar en el cuaderno de campo. A partir de aquí sacas imágenes, apuntes, ideas,… que luego vas plasmando. Llevo más de medio siglo trabajando con esta técnica.

Jerónimo Prieto asegura que lo que más le gusta es dibujar, tanto es así que cuenta una anécdota que le ocurrió una Nochevieja. Él estaba dibuja que dibuja sin darse cuenta del tiempo. En un momento determinado, su esposa Adela se acerca a él y le dijo: ‘Por favor, ahora para tomar las uvas, deja de dibujar’. (Risas)

La mesa de pinceles y pinturas de Jerónimo Prieto en su taller.

¿Qué le gusta más dibujar o pintar?
Diría que es lo mismo. La abstracción no es mentira, pero no es verdad. Creo que el señor que sabe dibujar, dibuja, no hace abstracciones.

Háblanos de las acuarelas…
La acuarela es una de las técnicas más difíciles que hay. Estoy aprendiendo.

Va otra anécdota. Cuando estaba en el seminario en Ciudad Rodrigo supo que Dalí había pintado tres ‘cristos’, Jerónimo pensó que cuando él tuviera tres, no le hablaría a nadie. «Dejé de contar por el Cristo 500». (Carcajada) «Entré en el seminario porque quería ser pintor, pero me di cuenta con 10 años que para serlo había que estudiar para conocer aquellas historias que habían pintado los grandes maestros».

Dos obras de Jerónimo Prieto.

¿Había visto alguna obra?
No. Es lo que no entiendo, porque yo quería ser pintor. No había visto nunca a nadie, solo lo que veía en la escuela. La primera vez que tengo idea de que estaba dibujando fue un verano, mi familia se encontraba al fresco en la calle y yo estaba en el escaño de madera dibujando los Reyes Católicos. Llegó uno de mis tíos, lo vio y me dijo: ‘Está bien’. Terminó siendo mi afición. Ahora ya tengo los pinceles desgastados. Están cansados de pintar.

No creo.
Sí.

¿Cuántos años lleva dibujando?
Siempre.

Jerónimo, ¿Cuánto vértigo da un lienzo en blanco?
El miedo al blanco desaparece siempre que sepas lo que vas a hacer. Hay una composición de líneas. Eso es lo primero que hago, por lo que el miedo al blanco desaparece en cuento trazo la primera línea.

Una de las diapositivas con las que se inspira Jerónimo Prieto.

¿En qué anda ahora?
En la acuarela.

Pues hablemos de la acuarelas.
La acuarela es una de las técnicas más complicadas que hay, porque en realidad no hay una técnica. Solo es el agua y punto. Nadie te explica nada. Sin embargo, hace unos años, trajeron a Salamanca una colección de acuarelas, entre los cuadros, se encontraban obras de Fortuny. Siempre me gustó mucho. Fortuny está considerado el mejor acuarelista del siglo XIX. Yo tengo ahora más acuarelas que Fortuny, por lo que quizá me consideren el mejor acuarelista del XX. Me da lo mismo. Pero, te aseguro que soy el mejor acuarelista del XX.

¿Por qué Fortuny es el mejor del XIX?
En Italia encontró la forma de pintar acuarela. En las tres acuarelas que vi de Fortuny de tú a tú, que es cuando se puede ver algo, una de ellas estaba hecha en el taller de su suegro, parecida a las que hago yo. Una acuarela sobre el papel, sin más. No tenía particularidad ninguna. No aprendí nada, incluso se podía rectificar.

Jerónimo Prieto, con una de sus acuarelas.

Y, ¿las otras dos?
Eran distintas. En una de ellas había florecido el azul ultramar. Es un color muy especial. Ese azul tiene unas características que la había apreciado al pintar al temple. Lo vi en Fortuny, por lo que me di cuenta que no había un buen papel, aunque el de acuarela sea esplendido, pero no tiene blanco, tan pronto como lo manchas desaparece. En la acuarela no se puede mezclar con blanco. En el museo de El Prado vi una acuarela, ahora le hubiera dicho, ¿por qué tenéis esta mierda aquí? (Risas) No era una acuarela, porque estaba tocada con blanco.

¿Cómo lo consigue usted?
Preparando el papel. Le doy la imprimación y sobre eso pinto la acuarela. Tiene la cualidad de que se puede correr el color. No se mancha la acuarela, se puede correr. Como pintor que soy, necesito manejar los colores, que corran para allá y para acá.

¿Es una técnica suya?
Sí. La he inventado yo. No la he encontrado en ninguna parte. No sé si está bien o mal, pero a mí me ha funcionado. Lo que hago es pintar, si me gusta, doy un fijador y puedo pintar todas las veces que quiera. Luego, con un raspador puedo sacar los blancos que quiera. Es un estuco. No está prohibido hacer una acuarela sobre un estuco. No creo que haya inventado nada, pero si lo he hecho, ahí está.

Su estudio está orientado al oeste, así puede ver el sol de su pueblo, Espeja. Además, le gusta el sol porque es hijo de pastor y se ha criado en un barbecho. Su bata de pintor es un albornoz, quizá de algodón portugués por aquello de que Portugal está cerca de su ‘patria chica’.

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