Opinión

Integración socio-sanitaria

Un médico dando la mano a una persona. Fotografía. Pixabay.

Dedicado a los trabajadores sociales del sector sanitario en general y del Hospital Universitario de Salamanca en particular.

[dropcap]E[/dropcap]n las sociedades europeas avanzadas el estado del bienestar incluye dos pilares fundamentales: el sistema sanitario y la asistencia social a la dependencia. En España también, pero ambos sistemas están separados, muy alejados el uno del otro, dependientes de distintas consejerías de los gobiernos autonómicos. Sin embargo, son sistemas complementarios que se necesitan mutuamente: una buena asistencia social evitaría muchos ingresos en los hospitales y facilitaría también las altas cuando los cuidados médicos o de enfermería de un paciente dado de alta podrían prestarse en su domicilio o en una residencia asistida.

Esta semana el Servicio Canario de Salud alertaba que pacientes dados de alta médica en los hospitales no eran recogidos por sus familiares y permanecían en el hospital durante mucho tiempo, semanas o meses, ocupando camas que eran necesarias para atender otros pacientes con enfermedades agudas o en las listas de espera de pacientes pendientes de ingresar para una operación quirúrgica.

Este problema no es único de Canarias, sucede en toda España. Cualquier médico que trabaja en un hospital sabe perfectamente las dificultades que existen para dar el alta a pacientes que cuentan con el alta médica, pero que no tiene donde ir, así como el esfuerzo que desarrollan los trabajadores sociales para encontrar acomodo en alguna residencia a estos pacientes. Estas situaciones se han incrementado en los últimos años debido las dificultades económicas de numerosas familias que no pueden ni hacerse cargo de sus familiares ni asumir el coste de estas residencias.

La coordinación de los sistemas sanitarios y sociales es un reto que, en la práctica diaria, presenta numerosas dificultades. Una coordinación más estrecha podría resolver mejor este tipo de situaciones, garantizando la atención al paciente dado de alta y con un coste mucho menor que el que supone que permanezcan ocupando una cama que ya no necesitan, pero para ello es necesario un mayor desarrollo de la asistencia social y una mayor colaboración entre ambos sistemas. Este problema exige voluntad política para afrontarlo y cierta dosis de audacia. Finlandia ha ido más allá y es el primer país europeo en dar un paso adelante estableciendo la unificación de ambas redes asistenciales en una única red socio-sanitaria.

La mayor supervivencia y el envejecimiento de la población obliga a buscar fórmulas imaginativas que garanticen calidad en la asistencia a las personas enfermas y dependientes y un abaratamiento de los costes, por lo que más pronto que tarde este tipo de organización se acabará imponiendo, aunque cuenta con dos dificultades objetivas: modificar el actual sistema de atención a la dependencia y revertir el deterioro de la sanidad pública.

Va a exigir dinero, inteligencia y visión del medio plazo (algo difícil en política). Esta unificación además afectaría a sectores con fuertes intereses económicos tanto en la asistencia sanitaria como en la asistencia social y especialmente en las residencias de mayores, y solo puede abordarlo un gobierno fuerte y decidido a afrontar políticas eficaces en un problema cuya solución va más allá de una legislatura.

 

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