Después de años lidiando con la maldad humana, el negacionismo institucional, vendehúmos varios y otras cosas difíciles de calificar sin perder la compostura y la buena educación, todavía sigo sin concebir como se pueden dañar a niños, niñas y adolescentes por intereses propios o de otros y seguir tratando de ser ese don o doña, que a la hora de la verdad no exime de que se les cuelgue un adjetivo calificativo bastante malsonante y hablando de menores, vamos a omitir.
No suelo perder la sonrisa, ni el buen humor, por no hablar de una buena educación esculpida a base de horas y de paciencia, a no ser que se me provoque y aun así me suele dar la risa, situaciones y comentarios que viniendo de quien vienen, solamente pueden provocar eso, aunque a veces me pregunte, si realmente creen lo que dicen o el desvarío viene por alguna conducta no apropiada cuando se conduce.
Siempre he apoyado a quien o quienes había que apoyar porque la vida me hizo pasar por situaciones en las que no fui apoyada, al contrario, y mi ética no me permite repetir conductas, ni patrones que sí vi en otros, cuando yo lo necesité. Aun así y viendo que el karma pone a cada uno en su sitio, no vivo pendiente de quien merece y quien no. Paz y amor como decía aquel eslogan que estoy segura de que recuerdan, sin olvidarnos de esa lucha interna que fluye por tu cuerpo y que se convierte en una parte de tu vida
El pasado día 28 de octubre, se reunía el Observatorio de la Convivencia en Castilla y León y después de ver ciertos datos, confirmo la teoría de una sociedad anestesiada, que da por hecho que nunca pasa nada, hasta que les toca a ellos. En mi ciudad se confirma cinco casos de acoso escolar, por lo que baja frente a los ocho del pasado año, mientras tomo aire y pienso si, después de dos años sin un solo día de vacaciones atendiendo casos de presunto acoso escolar, realmente son oficiales y no reales. La respuesta es más que evidente, cuando mi agenda dice otra cosa. Quizás habría que pensar, que esos datos vienen de los propios centros, juez y parte, una vez más.
No entro a valorar públicamente, aunque he de decir que privadamente no he sido muy correcta, el trabajo que hacen los demás, con respecto a ciertas cosas, pero lo que, si tengo muy claro, es que después de ver esto confirmo lo que ya sabia y como dije en una ocasión en la que la ira, se dio una vuelta en uno de los peores momentos de mi vida… «Que los juzgue Dios, porque yo ya lo he hecho“.
En el Día Internacional de la No violencia y el acoso escolar y el mes de los Derechos Fundamentales de la infancia, me queda claro que la infancia se vuelve a convertir en moneda de cambio y no puedo más que acordarme de todos los niños y adolescentes que le robaron su infancia en un aula, en su propia casa o como Olivia a la que su propia madre le quito el derecho a la vida hace unos días. También los derechos de Adam, al que una muela lo lleva a un quirófano que lleva meses sin existir por el mero hecho de ser menor y autista. Derechos vulnerados que acaban siendo pisoteados por la complicidad, la negación, la desidia y la anestesia institucional y general que hace que en un día internacional no haya mucho que celebrar.