Como cifra podría darme insinuar la efeméride, al juego del historiador y contarte que en ese año, entre otras cosas, se quemó en la hoguera a Miguel Servet, descubridor de la circulación pulmonar de la sangre, junto a sus libros en las afueras de Ginebra. Hereje, dijeron. A quién se le ocurre defender el bautismo en edad adulta y negar la Trinidad.
Pero no. 1553 es un número ninguno, accidental, una cifra cualquiera que acredita en kilómetros todo lo que sé de un intento de ponerle ruedas a una situación de estático avance. Eso es. Irrisoria experiencia, pero ya me ha contado un par de cosas válidas para trayectos a pies descalzos o procesos de reposo horizontal. Funciona.
Antes lo imaginaba, ahora ya sé que las rectas son tediosas y aburridas. Tanto como seguras y cómodas. Que las curvas son justamente lo contrario. Tan divertidas y excitantes como garantes de riesgo y sobresalto. Nada imprevisible por otra parte.
La carretera. No sé si hay algo tan “metaforizable”. Me siento más cómodo pensando en recorrer los caminos de Machado que dejándome llevar por los ríos de Manrique. Prefiero mi voluntad a las leyes de los fluidos o de la gravedad.
Todo punto A está separado de su correspondiente punto B por una línea que difícilmente se presentará perfectamente recta o únicamente con curvas. Igual que no hay escaleras infinitas sin descanso, años sin invierno, risa que no derrame lágrima o pena que no termine por desembocar en una sonrisa.
Con mi experiencia aún por estrenar, leí y pregunté tanto como pude, con la ilusión de conocer el sabor del jamón de oídas, como si fuera posible hacer bien solo escuchando, evitando la práctica, el susto, la emoción de hacer. Lo que sea. Me contaron mil cosas. Todas sonaban a “la primera hacia abajo, las demás hacia arriba”. Ya, esa parte teórica la conocía. ¿Ya está? ¿Eso es todo? No. Desde luego que no. Nunca nada está del todo. Incluso el THE END que sigue a la película recién terminada que te manda a la cama se va contigo. Eso también lo sé. ¿Pero cómo se conduce? Entiende que voy a hacer algo acerca de lo que no tengo ni idea, algo que quizá no debería hacer pero quiero hacer y a ser posible, manteniendo intacta mi actual estructura ósea. Por fin algo relevante…
- Existen dos tipos de moteros: Los que se han caído y los que se van a caer.
- La moto irá donde vayan tus ojos. Si miras la curva, no llegarás a la recta.
Con la primera no se plantea más opción que apostar todo lo posible para ser siempre del segundo equipo. Con la segunda, rajatabla. La perspectiva de la recta que sigue a cada curva te conecta con las líneas blancas, con la velocidad, con la inclinación y con la sonrisa de salir de ella y las ganas de que vengan más.
La moto es lo de menos.