Rodrigo Cortés, salmantino de adopción, ha presentado su último libro “Verbolario” en la Librería Santos Ochoa de Salamanca. Esta nueva obra es un diccionario en el que sus definiciones se alejan de su significado común gracias al toque satírico, humorístico y poético que el autor les da y con el que pretende descifrar el motivo oculto y real de cada palabra. Siempre es un gusto escuchar lo que dice.
En su presentación, Tomás Hijo, antiguo compañero de colegio del protagonista, ha contado que en esa época se le conocía como “el tío que tiene mucho talento y que hace cortos». Actualmente, Rodrigo Cortés es pintor, cineasta, escritor y músico.
Sin embargo, Rodrigo Cortés recalca que “en realidad no soy todo eso. Me consideraría cineasta y escritor. Eso son más bien sueños infantiles. Fui pasando de una vocación a otra hasta acabar en la que las reúne a todas. Porque, de alguna manera, el cine exige literatura en su generación de tramas y diálogos, de pintura en la composición del plano o el color o de la música no solo en el propio manejo de la misma, sino en la percusión interna del ritmo de la película. Aunque he compuesto cosas o canciones para alguna de mis películas, jamás me consideraría músico, pero sí escritor y cineasta”.
A pesar de esto, si tuviera que escoger Rodrigo Cortés explica que “mientras siga siendo legal en este Estado no elegiré nada. Porque todavía parece legal dedicarse a dos cosas a la vez. Y sí que es cierto que en mi caso no hay cámara sin pluma ni pluma sin cámara. Son lenguajes muy diferentes. Me gusta apostar, en definitiva, por el lenguaje tanto el cinematográfico como el literario y, simplemente, no los confundo”.
“No me considero un hombre del renacimiento. De ningún modo. La definición de renacentista de Verbolario es que se le da bien una cosa y otra medio bien. La de polímata, que sería un sinónimo de polifacético, sería inquietito. Así que me siento reconocido como inquietito. El adjetivo renacentista le cuadra muy bien a Leonardo y prácticamente a nadie más”, señala Cortés.
Verbolario contiene miles de definiciones. Respecto a sus favoritas, el autor confiesa que “no sabría decirte, porque son más de 2.500 definiciones. De forma así, improvisada, recuerdo diferentes ángulos de acercamiento a las definiciones. Las hay mas poéticas, más divertidas, más filosóficas, más puramente humorísticas… por ejemplo, la definición de enigma es: problema tan interesante que desaconseja su solución. La definición de hielo es: agua en estado de estupefacción. O la definición de neologismo: palabra que sale crujiente del horno pero que no hay quien se coma fría”.
Las definiciones del libro circulan entre lo satírico, lo humorístico, lo poético, lo irónico… sin embargo, a la hora de darle un matiz u otro Rodrigo Cortés señala que “no me baso en nada, en la reacción instintiva. Se parece mucho al instinto cómico. Contemplo simplemente la voz o el lema y veo dónde rebotan dentro de mí. Mi cuerpo genera una reacción inmediata que es muy instintiva. Te da una forma, un aroma o propone un juego. Después se pule y se gruñe ese juego casi al borde de la poesía para conseguir la definición más contundente, interesante y resonante posible. Pero la reacción inicial es muy instintiva. No es una decisión de llevarlo en una dirección u otra, sino que se parece al instinto cómico. Recibes un estimulo y tratas de devolver la pelota con un efecto”.
“No sigo ningún patrón. Solo disciplina de trabajo. Pero la reacción inicial, el primer destello surge de forma poco meditada. Hay una reacción inicial que te marca un camino. Después se elabora, se trabaja y se retrabaja ese camino. Por ejemplo, no envío una palabra al día ni siete a la semana. Tengo siempre 70 u 80 palabras en una especie de vivero en diferente estado de conformación y solamente envío palabras al diario que sienta que están en muy buena forma ya. Que han pasado ya todos los test internos de calidad”, comenta el autor.
Rodrigo Cortés confiesa que tiene miles de fuentes de inspiración, y que “la mayoría se producen en el escritorio. Sí que hay veces que hay determinados destellos, porque escuchas algo y tu cerebro lo varía. Pero normalmente lo que hago es sentarme y tratar de generar 20 o 30 criaturas interesantes y no tratas de elegir palabras que conformen tu universo o que te definan a ti. Inicialmente miraba alrededor y anotaba una serie de cosas. Cuando los objetos se te acaban te tienes que cambiar de habitación. Cuando las habitaciones se te acaban o bien te mudas o haces como yo y pones la radio”.
En relación a ese “vivero” de palabras, Rodrigo Cortés señala que “es algo que mantengo y que se va llenando a medida que lo voy vaciando. Siempre hay 70 pero cuando envió 14 nuevas se renuevan esas 14 para que haya como mínimo 70. Lo que me permite tener ese vivero es poder elegir cada vez 7 entre 70 en lugar de mandar 7 sin más. Pero tampoco tengo nunca 1.500. Es una nevera que cuando se va vaciando me aseguro de llenar para poder mantener la calidad constante y no tener que sujetar los envíos a altibajos e inspiración”.
Rodrigo Cortés explica que cuando hace una película se concentra en contar una historia en la que cree. En el caso de Verbolario lo que pretende es dar a conocer y comunicar que “el lenguaje se estira, se encoge y su significado pocas veces es literal. Usamos muchas veces la palabra de una forma eufemística o incluso amablemente hipócrita y que el significado oculto y real de las palabras muchas veces es el contrario al original. Por otro lado, eso es el funcionamiento de la ironía. La ironía consiste en decir una cosa afirmando exactamente lo contrario”.
En relación a futuros proyectos, Rodrigo Cortés apunta que “siempre he creído que solo es interesante hablar de los proyectos cuando dejan de serlo. Hasta entonces todo es información muerta y es ruido. Estoy tratando de escalar una de esas montañas que algunos llaman película y, si todo va bien, eso será lo siguiente. Mientras tanto, el resto de la información solo tendrá sentido cuando la película exista. Me temo que tendréis que esperar. Y yo también”.
A lo largo de la presentación surgieron cuestiones a las que el autor respondió con su peculiar pensamiento e ingenio. Tras cuestionarle acerca de si escribiría un libro como Verbolario pero definiendo personas en vez de palabras, dijo que “honestamente no lo haría. Eso sería materia más de enciclopedia que de diccionario. Y, por otro lado, inevitablemente acabarías dañando a alguien sin querer. Verbolario no trata de dar lecciones ni siquiera de llegar a verdades fundamentales de nada. Crea paradojas, cortocircuitos, tropiezos en el cerebro…y muchas definiciones son contradictorias entre sí. Por lo tanto, no tratas de alcanzar definiciones finales sobre nada, sino crear pequeñas paradojas. Si eso lo hicieras con alguien se incluiría un juicio implícito y habría una persona detrás y le haría poca gracia en lo personal”.
Rodrigo Cortés definió la palabra éxito como “fracaso inadvertido por el pueblo”. Preguntado el autor que si teniendo en cuenta que es una persona de éxito su pensamiento acerca de esa definición había cambiado a lo que el escritor y cineasta señaló que “a lo mejor, lo lees y piensas que esa palabra ha cambiado el sentido para ti. A mí eso no me importa, porque no trato de que ese sentido sea definitivo en ningún aspecto. Claro que cambia. Pero no es a través de esas definiciones necesariamente, porque es como cuando escribes una novela, no le atribuyes al personaje tus características, ni tus opiniones”.
Rodrigo Cortés regresa a Salamanca el 2 de enero para firmar su libro en Letras Corsarias.