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Opinión

Contracorriente

Una silla de ruedas infantil. Fotografía. Unsplash.

Es una lástima que la gratitud sea algo que esté en boca de todos y que se practique tan poco. Recoger sin sembrar es algo que la gente no entiende, aunque en ocasiones, precisamente recoja quien nunca ha sembrado.

En un país de falsas prioridades, donde las necesidades quedan detrás del telón donde nadie las pueda ver,  hablar de derechos humanos, no creo que sea perder el tiempo como me dijeron hace algún tiempo, pero si es inhumano prorrogar el sufrimiento innecesario de personas que no deberían pasar por ese tipo de situaciones.

La vulnerabilidad de colectivos como las discapacidades, que celebra su Día Internacional, es algo que en ocasiones la gente no entiende y piensa que por ser una persona con discapacidad se obtienen beneficios que, a su parecer pueden compensar esa discapacidad, sin tener en cuenta los problemas reales que pasan estas personas, que con gusto cambiarían un beneficio fiscal por un día sin dolor, por poder caminar, por no depender de otros para necesidades básicas, por poder viajar solos, por salir a una excursión del colegio como los demás alumnos y tantas cosas que nunca podrán entender quienes no conviven con ello y sin embargo, se permiten el lujo (nótese la ironía) de criticar, juzgar y en ocasiones decir que entienden lo que puede pasar esa persona y esto último, sin despeinarse.

No seré yo quien les indique como deben vivir su vida, cuando lo que quiero es vivir la mía sin sustos, ni sobresaltos, pero ver el ‘San Benito’, con perdón de este, que a veces se cuelga, ante personas con discapacidad, por un espacio en un autobús o por un trabajo adaptado a sus necesidades, cuando en algunos convenios se les paga menos y desenvuelven el mismo trabajo que trabajadores que no lo son, es algo que debe saberse y que debe ser tenido en cuenta ante comentarios que no aportan nada por ser totalmente insulsos y fuera de lugar.

Nadar contracorriente es algo que a las personas con discapacidad y los niños, niñas y adolescentes que sufren o han sufrido acoso escolar se les da muy bien. Conviven como auténticos supervivientes con situaciones que no dejo de ver y lamentar, mientras la vergüenza ajena debería de baremarse ante niveles propios de romper el baremo.

El acoso escolar a las discapacidades ejerce su soberanía y autoridad bajo crueldad y, en ocasiones, sin ser con reconocido por quienes lo padecen, pero, aun así, no pasa nada, como nunca pasa nada, hasta que pasa y entonces damos pábulo a un par de días de dimes y diretes y cada uno para su casa, mientras el problema, se lo comen otros. Las ‘cosas de críos’ aparecen una vez más para excusar lo inexcusable.

Después nos extraños de lo que somos y de lo que debiéramos ser y aplicamos frases motivadoras que calman el corazón y lavan la conciencia, mientras nos comemos el polvorón de rigor en estas fechas y pensamos en que gastar esa paga extra que a muchos hogares no llega, como no llega el sueldo todos los meses, pero todo va bien o eso nos cuentan.

Asociación Salmantina Contra el Bullying y el Ciberbullying

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