Cuando estoy a punto de regresar a Barcelona, entro en contacto con uno de aquellos amiguetes con los que comprobamos cómo eran los grises a mediados de los setenta. Aquellos policías, diestros en repartir hostias como hogazas, salían de las lecheras trasformados en hienas desbocadas y, cual si estuvieran ciegos, recetaban porrazos sin sopesar edades, género o estado físico. Su cometido era repartir mamporros a pie de calle, una vez que salían de las jaulas como bestias, para escribir y describir, con sangre, la brutalidad más asquerosa y repugnante de la agonizante dictadura.
Pues este amigo me comenta que, guste o no guste reconocerlo, en Cataluña se vive y disfruta en estos momentos de una palpable calma, que ha de agradecerse a las concesiones que el morador circunstancial de la Moncloa ha tenido a bien conceder al inagotable aparato succionador separatista.
Terminando la conversación, me aseguraba que debemos dar por hecho que habrá votaciones teatrales que aparentemente busquen la independencia, pero que no servirán para nada ya que ni de coña le interesa al nacionalismo separarse de la gran vaca española, que reparte la leche que Pedro Sánchez y sus compis de pupitre siguen ordeñando en los pobres establos nacionales.
El caso es que estaba comentando estas opiniones del amigo catalán con el vecino del cuarto, cuando apareció saliendo del ascensor, como un fantasma, la Petri.
Sin cautela alguna, la vecina más peculiar del patio de luces se metió en la conversación, dejándonos bien claro que se le va la pinza cuando anda su Pedro Sánchez por medio.
Como fiel seguidora del presidente, poco sirve hacerle ver, con las nutridas hemerotecas, los deslices y meteduras de pata de quien se ha convertido en uno de los personajes más contradictorios que parió la democracia.
—Espero que tu descontento con el PSOE como ‘jubileta’ te haga devolver las subidas que te han metido en el bolsillo los socialistas y tú (refiriéndose al vecino) ya estás rechazando la subida del sueldo base, para no colaborar con la izquierda parlamentaria que tanto asco te da. Es que no reconocéis ni por despiste todo lo bueno que está haciendo este presidente. Os merecéis una derechona que os ponga en el sitio que debéis estar.
—Pero Petri, si estábamos solo hablando de Cataluña…
—Pues Cataluña está bien tranquila gracias al diálogo que ha hecho posible por fin la convivencia.
—Sí, todo genial, pero se persigue el castellano como idioma…vamos no me jorobes, Petri.
—Pues nada, a ver si salen los que de verdad os representan y arreglan Cataluña sacando el ejército y la policía a la calle. Es que parece que solo soñáis con el sonido de los sables, los galones y las medallas en el pecho.
—Pero Petri…
—Ni Petri ni leches, no vuelvo a perder el tiempo con vosotros. Iros a tomar por…
Fue tal el porrazo que le metió a la puerta de la calle, que el muelle del cierre salió disparado hecho pedazos.
Gracias a ese encuentro con la Petri sigo preguntándome si no estaremos siendo pasto de una intransigencia que principia a no respetar bajo ningún concepto la opinión contraria.
Claro que, cuando en las Cortes un día sí y otro también impera la falta de respeto y el lenguaje soez y malsonante, es fácil que los pobres mortales que pagamos la fiesta confundamos la velocidad con la paella.