Sucedió un 9 de febrero, hace justo un siglo. En la cafetería Novelty se gestó y organizó la creación de un club de fútbol, el Salamanca. Todos los medios lo recogen hoy en sus secciones deportivas y, soy consciente, esta columna no es original por el asunto que aborda. Hay dos razones, sin embargo, que me mueven a salir del espacio cultural en la que habitualmente me desenvuelvo en este medio. La primera es exclusivamente sentimental. Soy del Salamanca desde hace casi cuarenta años. La segunda porque considero casi un acto de justicia poner voz, o letra impresa, o lo que sea, a la mayor parte de la Salamanca futbolera, silenciosa, resignada y, con bastante razón, apática.
Recordamos con pena los cien años de la Unión. En junio serán los diez del desagarro y la desunión. Desgarro por el dolor que supuso la disolución de la SAD y la desaparición administrativa del equipo. Antes, a modo de última voluntad, se decidió separar la cantera, incluido el filial, para mantener el esqueje del que debía rebrotar el equipo. El debate sobre los registros y los procedimientos es estéril. El Salamanca se perpetuó con el Salmantino y desde el Salmantino se recupera todo lo que se puede recuperar. Las cosas que se hicieron mal las sabemos, las asumimos y nos duelen. El Salamanca inició una nueva etapa, poco gloriosa, pero ahí sigue, arrastrándose por el barro de la Tercera. No hacía falta que un hombre tan comedido como Vicente del Bosque lo dijera con contundencia, el relato de los hechos es este. Las refundaciones, restablecimientos o recuperaciones son una constante histórica en toda índole de instituciones. Ojalá pudieran recuperarse también para Salamanca El Adelanto o la Caja de Ahorros. Ojalá que aquello que se pierde se intente siempre recuperar.
En este caso, durante los años peores hubo un grupo de personas que hizo la transición. Entre ellos destaca Ángel Martín, el único que actuó desinteresadamente. Luego ya entró Lovato con el dinero que nadie en Salamanca quiso poner. El estadio, los símbolos, los trofeos, el archivo, el himno… Todo se compró y volvimos a tenerlo y a recobrar la alegría de volver al Helmántico para ver al Salamanca y, como casi siempre, salir decepcionados. Es lo que tiene el fútbol, que nos martiriza y seguimos y seguimos sin poder dar ninguna explicación racional.
Se cumplen los cien años del Salamanca y esta ciudad de bandos no tendrá la conmemoración que merece la institución que durante décadas llevó el nombre de la ciudad por toda España. La incapacidad progresiva de quienes dirigen actualmente el club les ha impedido organizar una celebración acorde con la importancia del evento, que bien programada hubiera podido servir para relanzar un club que antes de la pandemia contaba con más de 6500 abonados. Cuántas oportunidades se han perdido por no saber nada y creer que se sabe todo.
Son cien años. Los cien años del Salamanca que nadie va a conmemorar con alegría. Ni siquiera quienes perseveramos en esta locura sin saber muy bien por qué. Quizás porque la conocida aseveración del legendario Bill Shankly, entrenador del Liverpool, sea cierta. Mi amigo Serafín Sánchez la recoge y convierte casi en leitmotiv de su libro Platón en Anfield: «El fútbol no es una cuestión de vida o muerte, sino algo mucho más importante». Pues será así.
2 comentarios en «Los cien años de la Unión»
Creo que cuando se opina no se puede mentir contando los hechos, la realidad es que la UDS esta en liquidacion judicial en el mercantil nº1 de Salamanca
Verónica callate