«Feliz de cantar en Salamanca. Estuve antes de la pandemia, que nos ha robado unos años, y ahora vuelvo feliz». Así saludó Víctor Manuel al público que abarrotó el CAEM y ‘colgó’ el cartel de no hay localidades. Todo vendido.
Cuando pronunció estas palabras, el cantante ‘salmantino’, -nació en Espeja, donde su padre Jesús San José estaba destinado como ferroviario-, ya llevaba tres canciones muy bien interpretadas sobre el escenario. Arrancón con La danza de San Juan, canción de 1993, perteneciente al disco A donde irán los besos.
Con la segunda canción, hizo un guiño al auditorio al decirles Quiero abrazarte tanto, de 1970. No dio tregua entre la primera canción y la tercera, Bailarina, de 1983. El escenario lo rejuvenece, muy elegante, con chaqueta, camiseta y pantalón negro, al igual que las zapatillas, el mejor calzado para no parar de recorrer el escenario durante el espectáculo integrado en su gira ’75 Aniversario, La vida en canciones’.
Después intimó con el público. Preguntó si había muchos cánceres en la sala. Momento de desconcierto entre el respetable y aclaró: «Cáncer, del zodiaco». El auditorio, respiró y sonrió.
Confesó que es un «lunático perdido». Quizá por ello le escribió una canción a la Luna, de 1980, la cuarta que interpretó en el CAEM.
Para presentar su Luna, contó la historia del abogado chileno, Jenaro Vera, que en 1959 ‘compró’ la Luna por unos miles de pesos. También dijo que cada año, la Luna se aleja 28 mm de la Tierra. «Llegará un día que ni ustedes, ni yo la veremos».
Una curiosidad más, la canción Asturias no existiría sin dos ‘salmantinos’.
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