Opinión

Creencias

Piensan algunos que la creencia en algo es un procedimiento psíquico que sirve para disminuir el nivel de angustia y ansiedad de los seres humanos y que aparece como una posición de comodidad pues ante lo inexplicable surge una inquietud existencial que se hace insoportable si no está la creencia para dar seguridad y sentido. Las creencias dan explicaciones fáciles y aclaratorias haciendo así nuestra vida más llevadera y tolerable.

Y no les falta cierta razón sobre todo cuando se identifica creencia con dogmas, doctrinas, credos y ritos que a veces oscurecen las actitudes humanas. Ya decía don Miguel que “definir un dogma es matar la verdad que contiene…”. Cierto que hay creencias no razonadas ni pasadas por la emoción y por una fe auténtica, transmitidas desde la infancia por inercia o rutina sin un mayor compromiso personal apoyado en un encuentro y seguimiento amoroso más espiritual que religioso. Son creencias infructuosas que no aportan nada a la persona.

La fe adulta –siempre desde una comunidad- no puede presentarse como respuesta y solución única a todos los problemas de la humanidad. Cualquier tipo de fe nos coloca en el umbral del Misterio, pero no resuelve todas nuestras dudas ni responde a todas nuestras preguntas. Hay que practicar la actitud madura del creyente: vivir en este mundo sabiendo que Dios existe pero como si no existiera. Dejemos a Dios ser Dios, seamos nosotros lo que tengamos que ser.

Ni la fe ni las creencias pueden explicar todas las leyes físicas ni intervenir en las estructuras fundantes del universo. Ni siquiera la fe cristiana tiene respuestas científicas para todos los enigmas del cosmos. La teología no demuestra nada- Quien busque certezas y seguridades en sus creencias no ha entendido nada del Misterio. Quién ose explicar el universo y la sociedad en clave de creencia se alejará de lo que define cualquier tipo de fe.

Tampoco la fe cristiana tiene respuestas para todos los interrogantes. Hay que aprender a ser sencillos y normales. Se trata de una búsqueda-encuentro amoroso que nunca termina y que deviene en compromiso solidario por el bien y la dignidad de todos. Y cada uno debemos realizar el mismo proceso espiritual que hicieron Jesús y los grandes profetas de acogida del Dios trascendente y no abarcable, en confianza, apertura y disponibilidad.

!Cuánto más ganarían las iglesias si junto a sus seguridades y certezas expusieran también sus carencias y limitaciones…¡Muchos más fieles tendrían si en lugar de ritos, tradiciones y moralinas nos abrieran al ámbito espiritual de cada persona y a la aceptación amorosa y emocional de los grandes interrogantes que están por resolver en la actualidad!

Como todo lo sabroso y definitivo de la vida, la fe y las creencias no se instalan en el ámbito de lo intelectual o de lo razonable, sino en el corazón, en la intimidad, en la confianza que inspira el dejarse amar y ser llevados. Y en la fuerza que nos lanza a hacer un mundo mejor, más solidario y fraternal para todos.

 

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