El asesino más truculento que ha dado Salamanca en décadas solicitó, apelando a la ley del solo si es sí, la revisión de parte de la condena de su última carnicería, cometida en el barrio de Chamberí en 2002, que incluyó una violación extremadamente violenta, como todo lo que rodeó aquel asesinato. La Audiencia Provincial se la ha negado.
Este monstruo violó y mató a la representante sindical Encarnación Martín en su portal del barrio Chamberí. Una pista falsa filtrada a los medios de comunicación contribuyó a la relajación del asesino que se dedicó entonces a amenazar a otras mujeres que aparecían en la agenda de la víctimas hasta que fue localizado y detenido en el municipio de Lagunilla, donde residía con sus padres.
Fue condenado a un total de 51 años de prisión, aunque la revisión solicitada afectaría tan solo a la parte de la condena por violación, que ascendió a 15 años.
Todo lo que rodeó aquel crimen y lo que vino después es estremecedor.
La sentencia explica en los hechos probados que sobre las 23.15 horas del 19 de mayo de 2002, el acusado, una persona agresiva con un amplio historial delictivo, se encontraba por la avenida de la Salle y, al observar que Encarnación se apeaba del turismo de su novio, reanudando el vehículo la marcha cuando ella se acercó al paso de peatones para cruzar la calle y dirigirse hasta su domicilio, donde residía con su madre. Al acabar de abrir el portal, inopinadamente, la asaltó, golpeándola salvajemente, quedando inconsciente por la brutalidad de los golpes.
En la planta baja y en un pequeño descansillo que existe tras seis escalones, siguió propinándole “una sádica paliza”, ocasionándole múltiples contusiones y heridas, “innecesarias para el logro de los fines sexuales y depredatorios que perseguía”, al encontrarse inconsciente y sin poder defenderse la “desdichada” víctima, a quien, penetrando con su pene o con algún objeto la vagina y el ano le ocasionó importantes desgarros apreciables a simple vista, provocándole heridas y derramamiento de abundante sangre en esas zonas.
Para satisfacer tal “desviado ánimo lúbrico”, dice la sentencia, no se limitó a tales violentas acciones, sino que, además, le causó escoriaciones y heridas punzantes hechas por mordeduras con sangrados intensos y el uso de un pequeño objeto punzante, como una aguja, en ambos senos.
Fiero proceder
Como consecuencia de tan brutal agresión le desfiguró el rostro, con un fuerte golpe en el lateral derecho de la frente, ojo derecho, hemicara izquierda debajo de región molar, agresión brutal inicial, por puñetazo, y golpe de la cabeza contra el suelo, que motivaron la inconsciencia de la víctima, así como tres heridas de pequeño tamaño y de forma semilunar en la cara, otras heridas en lengua y labios, producidas en el primer momento al taparle fuertemente la boca para acallarla, así como en ambas orejas, con gran desgarro de la derecha.
Se empleó, asimismo, en la práctica totalidad del cuerpo, muslos, espalda e incluso en las plantas de los pies, finalizando el procesado “su fiero proceder” matándola, quitando la correa del bolso de la mujer, anudándolo al cuello y estrangulándola.
Antes de su huida cogió los objetos que contenía el bolso: una agenda, un teléfono móvil, una batería de móvil, un bolígrafo y una cartera, valorados en 158 euros, así como 40 euros en metálico.
Encarna tenía 44 años cuando se cruzó en su vida este monstruo. Era persona de fuerte carácter, aguerrida, y trabajaba en la fábrica de bolsos «Manufacturas Foka», de la que era enlace y delegada sindical.
Fue su madre, ante la tardanza de su llegada y después de llamar a su móvil y a una amiga, “la que descubrió en tal horroroso estado el cadáver de su hija sobre las 12.30 horas”, especifica la sentencia en sus hechos probados.
El acusado una vez perpetrados “tales execrables hechos”, abandonó el lugar y al día siguiente se trasladó a la localidad de Lagunilla donde residía su madre.
La agenda
Entre los objetos que había sustraído a la “infortunada” víctima, estaba una agenda personal en la que figuraban anotados los teléfonos de familiares y conocidos, desde el 2 de julio del 2002 hasta el 6 de agosto de tal año, se dedicó a llamar, asustándolas y amedrentándolas, a las mujeres que figuraban en ella.
A una le dijo en varias ocasiones que la iba a descuartizar, a violar salvajemente, a clavarle la punta de su «picha», que la tenía muy controlada y que pronto lo iba a conocer; a otra, que la iba a violar; a otra la llamó zorra y le dijo que la iba a violar, diciéndole «te voy a
dejar como a esa otra zorra que apareció con la correa de su bolso en el cuello en la escalera de su casa»; a otra, “zorra, te voy a,…” ante lo que, asustada, ella le pasó el teléfono a otra persona que la acompañaba.
A otra le dijo “te voy a bajar las bragas y a meter mi polla hasta dentro”; a otra le dijo “zorra, puta, te voy a follar, a violar, cuando te tenga en mis manos te vas a enterar, tengo tu móvil»; a otra, te voy a violar, zorra; a otra más, que le iba a romper las bragas y a meter su polla; a otra que era una zorra, que iba a violarla y a descuartizarla; a una más, que la iba a violar, que les iba a pasar putas, que fuera por donde fuera la conocía y que no iba a dejar de perseguirla; a otra le dijo que era una zorra, que le iba a matar y que le iba a hacer lo mismo que a su amiga, añadiendo que esa amiga era la que habían encontrado muerta en el portal de su casa y que la había matado él, amenazándola sexualmente.
Y todavía llamó a otras cuatro con amenazas y salvajadas similares. Las amenazas eran vertidas desde un móvil o desde el teléfono público de la Plaza Mayor de Lagunilla, localidad en la que fue detenido el acusado el 6-8-2.002.
En el registro domiciliario que se le practicó se recuperó la agenda, una batería de «móvil», un llavero con llaves de Encarna, indicando el procesado que el «móvil», un bolígrafo y las bragas de la fallecida, los había tirado a un contenedor de basura.