“En el Palacio de Monterrey se respira hogar”

Jennifer de Castro, gerente cultural en el Palacio de Monterrey
La cocina del Palacio de Monterrey.
La cocina del Palacio de Monterrey.

Durante la conversación con Jennifer de Castro, gerente cultural del Palacio de Monterrey, sonaron las doce en los relojes que hay repartidos por las estancias palaciegas, testigos de que el tiempo vuela recorriendo salones, comedores, dormitorios, baños, despachos,… Por eso, visitantes, sean curiosos, merece la pena pararse a contemplar la platería, las fotografías, los muebles y, por supuesto, la magnífica pinacoteca.

Jennifer de Castro, gerente cultural del Palacio de Monterrey

Jennifer, ¿cómo es trabajar en un Palacio?
Muy bonito. Estás rodeada de arte, de patrimonio.

¿Conoce todo lo que hay dentro del Palacio?
Sí.

¿Se infiltra como si fuera una visita más?
No. No es necesario, porque las visitas que tenemos regulares son libres. No hace falta infiltrarnos. Por lo general, las personas que visitan el Palacio lo disfrutan en silencio, van escuchando la audioguía que entregamos al comienzo de la visita de manera gratuita. Se dedican a escuchar, disfrutar y contemplar. Se habla poco.

¿Qué es lo que le dicen al terminar?
Gusta mucho, porque el Palacio es un gran desconocido en Salamanca. Cuando entran por primera vez, se sorprenden de la decoración, de la cantidad de tipos de artes que hay, tanto artes decorativas, pictóricas, mobiliario,… Es una visita que satisface.

¿Las obras de arte que ahora se pueden ver estaban en el Palacio o han venido de otras casas?
Estaban aquí. La Duquesa Cayetana lo amuebló y decoró a su gusto a partir de los años 40 y 50, cuando se produjo una de las más importantes rehabilitaciones del Palacio, momento en el que se reinauguró la vivienda.

Uno de los salones del Palacio de Monterrey, con los paisajes de José de Ribera
Uno de los salones del Palacio de Monterrey, con los paisajes de José de Ribera.

La conversación con Jennifer de Castro transcurre en uno de los comedores de la segunda planta, una de las que se restauraron a mediados del siglo XX. Era un paseador, todo estaba al aire libre, semejante al de la Universidad Pontificia, situado frente al Palacio de Monterrey.

Cuando se construyó el Palacio, estas zonas eran de recreo al aire libre. Se utilizaban con muchos fines, pero principalmente para el ocio, a modo de solana, de paseador,… En el siglo XX deja de tener sentido, es un desperdicio de espacio y la Duquesa de Alba decide aprovecharlo y ampliar la vivienda, cerrando lo que son todas las ventanas y rehabilitando la zona.

Paisaje de Fortín, de José Ribera.

¿Qué es lo más significativo de la restauración?
Aquí, en el comedor, el alfarje. Lo compró la Duquesa de Alba al convento de la Anunciación, coloquialmente se las conoce como las monjitas del servicio doméstico, y lo colocó en el Palacio de Monterrey. Es de la misma época, porque hablamos de un alfarje de finales del siglo XV, principios del siglo XVI.

¿La Duquesa estuvo bien asesorada durante la restauración?
Sí.

Las escaleras del Palacio de Monterrey con el retrato del Gran Duque de Alba
Las escaleras del Palacio de Monterrey con el retrato del Gran Duque de Alba.

¿Qué cuadros u obras de arte no nos podemos perder cuando visitemos el Palacio?
Los paisajes que pintó José de Ribera, porque son los dos únicos paisajes que se conocen del autor. Fueron un hallazgo que se conoció en 1982 por parte de la Duquesa de Alba cuando se realizó una limpieza de las obras y apareció la firma del pintor.

En la Casa no lo sabía…
No. Pensaban que eran dos anónimos italianos. Son dos obras únicas. Fundamental, pararse a disfrutarlos.

Sigamos. ¿Con qué otras obras nos sorprenden en el Palacio?
Hay piezas muy interesantes: las de Alonso Sánchez Coello que pintó un retrato del Gran Duque de Alba. Esta obra es muy especial. También, está Carreño de Miranda, un artista asturiano del siglo XVII, que retrató a Santa Teresa de Jesús. Por ejemplo, en el comedor tenemos una obra de Melchior d’Hondecoeter, que se dedicó a la pintura de animales, aves de corral, se especializó de tal manera que lo llegaron a llamar el Rafael de los pájaros. Y, cientos de artes decorativas.

¿Saben por qué la Duquesa escogió estas piezas?
No conozco el porqué, pero está todo cuidadosamente elegido. La Duquesa tenía un gusto excepcional para la decoración de sus casas.

¿A usted cuál es la pieza que le gusta ver todos los días?
Es una pregunta complicada.

Quizá porque solo hay un par.

(Risas)

Sus ‘niñas bonitas’.
Si hablamos de obras pictóricas, creo que los Rivera son dos obras que me gustan mucho, porque no son el típico paisaje, ni es una época en la que esta modalidad esté muy desarrollada, con lo cual para mí son dos obras muy especiales. También me gustan mucho las piezas de arte decorativas.

¿Por ejemplo?
Piezas de platería, que son espectaculares. Este Palacio, sin las artes decorativas, se quedaría ‘cojo’.

Uno de los tapices que decoran el Palacio de Monterrey.

¿Se restauran las piezas aquí?
Se restauran en Madrid. Allí hay una restauradora que se encarga de trabajar con las piezas más importantes, pero si hay que hacer algo sencillo, la podemos realizar en Salamanca.

¿Hay personal especializado para limpiar este Palacio?
Sí. Tenemos personal especializado en la limpieza, que conoce la Casa. Son realmente los que saben qué productos se pueden utilizar, cómo hay que limpiarlo.

¿La seguridad?
Sí, 24 horas.

¿Se guardan fondos que no conoce el público?
La Casa de Alba no tiene un ‘almacén’ como el museo del Prado. Todas las obras de la Casa de Alba están expuestas en sus casas. Todos los fondos que hay, están decorando las distintas casas de la Fundación Casa de Alba y se pueden ver. Excepto el archivo de documentos.

Son casas donde la familia Alba vive…
Exacto. Todas las obras decoran las diferentes casas de la familia.

Tiremos para casa. El Palacio de Monterrey es la casa más majestuosa de la Casa de Alba. ¿Es especial para la familia?
Mucho. A Salamanca les une el Ducado de Alba, que procede de Alba de Tormes, por lo que a Salamanca le guardan un gran cariño. Además, esta casa, cualquiera que venga a visitarla, se da cuenta que es una casa muy vivible. Se respira esa esencia de hogar por los cuatro costados. La familia le tienen mucho cariño y la utilizan de manera habitual.

El interior de la Torre con la Pontificia al fondo.

Tanto es así, que parece que los visitantes podrían cruzarse con uno de los miembros de la familia. El actual Duque de Alba, Carlos FitzJames Stuart, decidió abrir sus tres casas – Dueñas, Liria y Monterrey- por el compromiso que tienen con la sociedad de conservar, de difundir y proteger el patrimonio de la Fundación Casa de Alba.

¿Qué hay de cierto en que de este palacio solo está construida la cuarta parte?
Me temo que no lo sabemos a ciencia cierta. No se conservan ninguno plano, ni documento que pueda arrojar demasiada luz a este asunto. Hay dos teorías, que son las más aceptadas, una es la que apoyaba Fernando Chueca Goitia, en la que declaraba que el Palacio iba a ser una planta cuadrangular, con una torre en cada esquina y un torreón en el centro de cada fachada, con cuatro patios porticados en el interior. El problema de esta teoría, es qué debido a su magnitud, se tendría que derribar la iglesia de Santa María de los Caballeros. Es un poco complicado.

¿La otra teoría?
Iba a ser una planta rectangular con seis torreones. De tal manera que la fachada principal quedaría enmarcada por dos grandes torreones, de los que solo conservamos uno de ellos. En el interior, habría dos patios protegidos por dichos torreones.

¿Quién fue el promotor de este Palacio?
El III conde de Monterrey. Don Alonso de Acebedo y Zúñiga llegó para adquirir los bienes del mayorazgo que había heredado de Salamanca, se dio cuenta que no tenía una vivienda que habitar, por lo que decidió dar el proyecto de su palacio a dos grandes arquitectos: Rodrigo Gil de Hontañón y Fray Martín de Santiago, en 1539. El problema es que las obras avanzaron con mucha lentitud, principalmente porque el conde de Monterrey estaba dedicando todos sus esfuerzos en la lucha imperial con los otomanos en Viena. Al fallecer, tres años después, lo heredó su hijo, pero solo tenía dos años. Al final, el Palacio quedó inconcluso por ese motivo.

¿Cuándo llega el Duque de Alba a este Palacio?
Fue ya en el siglo XVII, por herencia, mediante un matrimonio que se hizo entre el X Duque de Alba y la VIII condesa de Monterrey.

Retratao del Gran Duque de Alba, obra de Alfonso Sánchez Coello.

¿El Gran Duque de Alba –Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel- vivió aquí?
No. Nunca lo habitó, ni edificó. Fue coetáneo al conde de Monterrey, pero nunca vivió aquí.

¿Qué le debemos al Gran Duque de Alba?
Cincuenta años al servicio de la Corona y muchas victorias. Por ejemplo, la famosa batalla de Lisboa, en la que conseguimos el trono portugués, que fue gracias al Duque de Alba. Su última gran victoria y el último gran servicio que hizo a la corona. Además de ser uno de los militares del mundo, tenemos que destacar su parte humanística y mecenas.

¿A quién apoyó?
A Santa Teresa de Jesús. Tuvieron una gran amistad, al igual que con Garcilaso de la Vega. El Gran Duque fue educado por Juan Boscán, tuvo una educación humanista exquisita como gran cortesano de la época. Al final, lo que más destaca de él o lo que más se recuerda es su carrera militar.

¿Cree que fue el germen de que la Casa da Alba haya sido mecenas o propulsara de artistas?
Pudiera ser. Creo que cada Duque de Alba ha cumplido una misión diferente y muy personal al servicio de España y de la propia Casa.

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Vidriera con el escudo

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